HIDROFOBIA
El hombre miró la piscina con algo de reticencia.
—No tienes por qué hacerlo si no quieres— dijo la instructora.
—No, quiero hacerlo. Sólo tengo que hacerme a la idea.
La mujer asintió con un ligero murmullo, y se apartó un poco. El hombre volvió la mirada hacia la piscina.
En realidad, era una piscina para niños. Era redonda y no muy ancha, y el agua le llegaría como mucho a la espinilla. Sabía que el riesgo de entrar allí era mínimo. Que para que se ahogara allí tendrían que darse una serie de circunstancias tan extremas, que hasta un estadista comenzaría a considerar la existencia de un ente superior. Pero eso no servía de mucho cuando tenía que enfrentarse al miedo.