MADRE
Corría. Le dolían las piernas y le ardía el pecho, jadeaba con fuerza mientras intentaba llevar aire a sus pulmones, pero no podía permitirse dejar de correr. Sabía que si paraba en algún momento, no podía empezar de nuevo, y entonces estaría perdido. Debía seguir corriendo. Debía escapar, a como fuera. No podía aceptar que fuera de otra forma.
No entendía cómo había podido pasar. Su mente no era capaz de encontrar una explicación a lo que había ocurrido. No tenía sentido en absoluto. Las cosas como esa solo formaban parte de las historias de terror.