domingo, 4 de octubre de 2020

52 Retos de Escritura (XL): Umbra

Reto #40: Escribe un relato en clave de humor sobre un villano que intenta planear el fin del mundo, pero su gato no le deja.

Nota de la autora: Este relato ocurre en el mismo universo que Sombra, así que se aplican las mismas advertencias sobre los spoilers de mis... ¿posibles futuros libros? Advertidos habéis quedado XD

 

UMBRA

 

Desde su guarida en un antiguo laboratorio militar abandonado, el Profesor Umbra se reía malignamente mientras se frotaba las manos. Este era el primer paso de su gran plan. Y, como buen villano que era, sintió la necesidad de compartir su brillante plan con alguien. Por supuesto, no había nadie más en el laboratorio, aparte de él y su gato, Sombra. Así que, como era habitual, le relató todas sus ideas a su amado amigo.

—¡Por fin he acabado el diseño de mi más maravillosa invención! Con este artefacto, por fin podre destruir este mundo para que pueda ser renovado. ¡Por fin conseguiré mi propósito!— se permitió una nueva carcajada maligna, porque se sentía muy bien y no había nadie alrededor que pudiera meterse en sus asuntos—. Verás, Sombra, este artefacto, cuando lo acabe de construir, interactuará con el campo magnético de la Tierra. Como sabrás, el campo magnético depende del núcleo del planeta, así que alterándolo debería poder alterar el flujo del magma, que a su vez alteraría aún más el campo magnético, y eso crearía desastres continuos que eliminarían a la humanidad. De esa forma, el planeta podría por fin regenerarse, libre de la plaga humana. 

Por supuesto, los humanos no serían los únicos afectados, eso lo sabía. Pero la Tierra no necesitaba demasiada ayuda para recomponerse de algo como aquello. Qué demonios, no necesitaba ayuda. ¿Qué iba a necesitar un planeta, más allá de que lo dejaran en paz? No, definitivamente salvaría el planeta, destruyendo a la humanidad. Puede que le consideraran un villano por ello, pero le importaba poco. Si sus objetivos de salvar el planeta le convertían en un villano, entonces abrazaría esa faceta con toda su alma.

Se giró para mirar el enorme espacio vacío a sus espaldas. Antaño, esta sala había sido una zona de pruebas para nuevos radares, pero cuando él había llegado se había deshecho de las paredes y había dejado un enorme espacio diáfano. Él no necesitaba pruebas que requirieran de un espacio con ausencia absoluta de ruidos, así que lo mejor era deshacerse de él. Ahora que tenía los planos, empezaría a construir allí su aparato. Volvió a mirar hacia su ordenador y su rostro se desencajó en una mueca de terror.

—¡Sombra, no! ¡No!

Pero el precioso gato ragdoll negro se tumbó alegremente en el teclado.

El Profesor Umbra corrió hacia allí y cogió a Sombra con premura, pero también con delicadeza, dejando al gato en el suelo. Luego miró el ordenador, y se llevó las manos a la cabeza al comprobar que el programa que había estado usando se había cerrado. Con desesperación, volvió a abrir el programa y el archivo de los planos. Comprobó que todo el trabajo que había estado haciendo durante varias horas no se había grabado, y que tendría que empezar de nuevo.

—¡Nooooooooooo!


Tras muchas complicaciones, consiguió imprimir el plano. Afortunadamente, al ser un villano al que nadie conocía, había podido acudir a una tienda de reprografía en la ciudad más cercana. Había cosas positivas de ciertos lugares de Europa y una de ellas era que, daba igual lo metido en el monte que estuvieras, encontrar la civilización no era tan complicado. Al menos no en las zonas del centro y del sur. A pesar de todo, conseguirlo había sido complicado y le había costado algo de dinero, pero era necesario tener el plano en papel. Tal vez, pensó, debería plantearse el comprar una impresora similar a la que la chica de la tienda tenía. A fin de cuentas, ¿qué más daba si se gastaba el dinero ahora? Cuando la humanidad no existiera ya más, no tendría que preocuparse por los pagos de nada. Pero luego pensó que aquello era demasiado molestia, y que retrasaría sus planes. Y se olvidó de ello.

Dejó el rollo de papel sobre la mesa, mientras iba a buscar un lugar donde poder tener el plano y consultarlo según avanzaba en la construcción de su gran proyecto. Tuvo que salir un momento de la sala, hasta que encontró un mueble adecuado, y durante los siguientes diez minutos se esforzó en arrastrarlo lentamente desde un punto hasta otro. A veces se planteaba si no sería buena idea contratar a algún matón para que le hiciera el trabajo pesado. A fin de cuentas, era un metahumano mental, no genético, y su cuerpo no estaba preparado para este tipo de labores. Pero teniendo en cuenta cuales eran sus metas, sospechaba que nadie querría trabajar para él, y la verdad es que no le apetecía andar mintiéndole a la gente. No es que considerara que estuviera por encima de esas cosas, pero era un mentiroso lamentable.

Con estos pensamientos, por fin alcanzó su espacio de trabajo. Con una sonrisa, se secó el sudor de su frente y se giró hacia la mesa…

Justo para ver el plano destrozado, y a Sombra jugando con los trozos de papel.

—¡Nooooooooooooooo!


—Recientemente se ha visto a una nueva superheroína con Ávalon— anunció la presentadora que aparecía en la televisión—. No se ha podido ver demasiado de ella, pero es bastante jovencita, ¿no creéis?

—Bueno, se han escuchado rumores de que Ávalon ha entrado en contacto con varios alumnos de una escuela especializada en metahumanos que se encuentra en las Azores— replicó uno de los tertulianos—. Es probable que hayan conseguido convencerla de que se una a ellos. A fin de cuentas, es prácticamente una fábrica de superhéroes.

—¿No es un poco joven para esto?

—Creo que ya es mayor de edad, ¿eh?

—Bleh, otro superhéroe más— musitó el Profesor Umbra para su coleto, mientras preparaba su prototipo.

Lanzó una mirada hacia Sombra, pero el gato estaba tumbado tranquilamente, moviendo de vez en cuando su peluda cola. Parecía muy interesado en la televisión, en los movimientos de las personas que había al otro lado de la pantalla. Umbra pensó que tendría que cepillarle el pelo una vez acabara su trabajo. Volvió a centrarse en el prototipo, sin prestar demasiada atención a lo que aquellos tertulianos estaban diciendo.

—¿Puede permitirse Ávalon de todas maneras contratar nuevos miembros? Desde que abandonaron Gran Bretaña, se desconoce la situación de sus cuentas…

—Que se sepa, tienen fondos provenientes de unas patentes que…

—No estoy seguro de que eso sea suficiente para…

—¿No estaban los metahumanos controlados por los gobiernos? ¿Cómo pueden permitir que se hagan con una persona que apenas ha acabado sus estudios?

—Noctis debería explicar por qué ha contratado a una niña recién salida de la escuela.

Aquella discusión era absurda. ¿Acaso se pensaban esos estúpidos que la vida de un metahumano era sencilla? Bien por aquella niña si había conseguido un sitio al que pertenecer, y bien por Ávalon por haberla acogido en su seno. ¿Por qué tenían que dar explicaciones? Ninguno de ellos había nacido queriendo estas cosas. Ninguno había pedido tener estos poderes, estas habilidades. ¿Acaso era bueno para ellos? A fin de cuentas solo traían problemas. Pero esa gente que hablaba tan fácilmente, todos aquellos que no tenían poderes, les envidiaban hasta el punto de intentar tenerlos bajo su bota. Deseaban controlar esos poderes y habilidades. Y porque no podían, a quien intentaban mandar y controlar era a los metahumanos. Era repugnante.

La humanidad en general era repugnante.

Él mismo, ellos mismos, los metahumanos, ¿no eran el resultado de la misma humanidad? Y al final eran como ella, repugnantes todos. A lo mejor había luces brillantes que hacían pensar que tal vez podían ser perdonados, pero al final eran tan pocas que la esperanza se desvanecía y solo quedaban los sentimientos oscuros. Quien dijera que la esperanza era lo último que se perdía, era un maldito iluso, por decir algo flojo.

—¡Ah!— de pronto, se detuvo; había estado tan obsesionado con sus pensamientos que había estado a punto de conectar mal un cable.

Eso habría desastroso. El prototipo podría haber fallado o, peor aún, explotado en su cara. Apartó el prototipo con cuidado y se levantó, apagando la televisión en la que aquellos individuos seguían discutiendo sobre el derecho o no de una chica metahumana a decidir su vida. Luego se fue al cuarto de baño a lavarse la cara para despejarse. Tenía que mantener la concentración si quería seguir fabricando el prototipo.

Y de pronto se acordó de Sombra. Había estado viendo la televisión, ¿verdad? ¿Pero ahora dónde estaba?

Salió corriendo del cuarto de baño y soltó un chillido de terror. El gato había derribado el prototipo, y ahora lo miraba con curiosidad mientras este se agitaba cada vez más rápido. Cruzó la sala como una exhalación y aferró al animal, saltando detrás de la mesa justo antes de que el prototipo estallara.

La verdad, fue un estallido bastante minúsculo, pero cuando volvió a mirar había piezas del prototipo por todas partes, y del aparato solo quedaba una pila humeante.

Se volvió a mirar a Sombra, y este le dedicó un maullido confuso. Suspiró y se dedicó a acariciarle. El prototipo no importaba, se podía volver a reconstruir. Pero a Sombra no lo podía reconstruir nadie.


El prototipo parecía funcionar, después de haber hecho todas las pruebas pertinentes con distintos campos magnéticos inducidos, así que estaba listo para pasar al plan final. Las construcción del producto final estaba siendo lenta y laboriosa, no solo por el tiempo que llevaba preparar algo de semejante magnitud, sino porque tenía que tener cuidado de que Sombra, curioso como era, no se metiera en donde no debía. Pero aquel día era el momento más delicado del proceso, y debía mantener la concentración, así que había sacado al gato y había cerrado la puerta. De todas formas, tenía un montón de terreno para explorar, así que esperaba que se mantuviera entretenido durante un rato.

Había conseguido todos los materiales de lo que había encontrado en el laboratorio y en algún que otro vertedero. Era fascinante la cantidad de cosas útiles que tiraba la gente. Sin lugar a dudas, le estaba haciendo un favor al mundo eliminando a la raza humana. ¡Y lo haría sin dañar el planeta más de por sí! ¿No era eso fantástico?

Tenía que tener cuidado con los cables. No solo por el peligro de que aquello fuera a estallar, que cabía la posibilidad, sino que además eran difíciles de conseguir, al menos en ese grosor y cantidad. Uno pensaría que conseguir cables para reciclar sería sencillo. Pero el cobre era, al parecer, algo demasiado valioso, y conseguirlo sin tener que comprarlo directamente había sido problemático. No podía permitirse dañar uno solo de aquellos preciados cables.

Poco a poco, fue haciendo todas las conexiones necesarias. Una vez acabó, lanzó un suspiro de alivio, permitiéndose un momento de relajación. En principio, la parte principal del aparato estaba hecha, y solo necesitaba los amplificadores. Eso llevaría tiempo, por supuesto, pero al menos podía probar si su maquina funcionaba. La máquina tenía su propio generador, así que solo necesitaba conectarlo y…

Nada.

Ni un solo ruido, ni un solo gemido, ni un solo movimiento. Nada de nada.

Umbra comenzó a preguntarse qué era lo que había hecho mal, qué era lo que tenía que cambiar, cual era el problema, hasta que tuvo una corazonada. Se giró lentamente.

La puerta que daba acceso al resto del complejo, y que había cerrado cuando había comenzado a trabajar, estaba abierta. Con cierto temor, observó el interior de la máquina. Se encontró con que dos de los cables estaban cortados limpiamente, y Sombra estaba golpeando con su pata un tercero.

—¡No, Sombra! ¡Gato malo! ¡No lo hagas!

Pero el gato abrió la boca y mordió el cable, segándolo con la precisión de un bisturí.

—¡Noooooooooooooo!


—¡Ah, así que habéis llegado! ¡Supongo que debería haber esperado algo así de Ávalon! ¡Pero es demasiado tarde, mi plan ya está en marcha!

Frente al Profesor Umbra había dos mujeres. Una de ellas tenía la piel y el pelo negros como el carbón y los ojos completamente amarillos, sin diferenciación entre el iris, la pupila o la esclerótica. Esa era Noctis, líder de Ávalon, y una de las superheroínas más conocidas de Europa. La otra mujer era joven, recién salida de la adolescencia si es que había acabado de salir de ella, y más allá de que tenía la cara tapada con lo que parecía una bufanda de color hueso, no parecía especialmente llamativa. ¿Era esta la chica nueva que se había unido a Ávalon? Era un problema porque a diferencia de Noctis, no sabía qué poderes tenía. Bueno, poco importaba.

—¡Y si piensas que puedes poner mi aparato en fase de autodestrucción, puedes irte olvidando, porque no tiene autodestrucción!

—Pues este es inteligente— comentó la chica de la que no sabía el nombre en clave.

—Esos son los problemáticos— replicó Noctis—. ¿Y qué se supone que es lo que quieres?

—¿Por qué tendría que decírtelo? ¿Acaso pretendes ganar tiempo?

—Problemático sin ninguna duda.

Umbra no estaba especialmente satisfecho por el hecho de tener dos heroínas allí. Eran un problema para sus planes. Incluso si solo necesitaba darle al botón, como él mismo había dicho, el aparato necesitaba tiempo para ponerse en marcha. Sabía que Noctis no podía pararlo, porque su poder consistía ocultarse y transportarse a través de las sombras y eso no dañaría su aparato, pero la otra chica era un misterio para él. Ni siquiera sabía qué demonios hacían los críos en esa academia en las Azores. Así que tenía que deshacerse de ella. Preparó su arma cegadora y…

Y en ese momento se escuchó un maullido. Para terror de Umbra, su amado gato se había acercado a sus enemigas. La chica miró hacia abajo y se encontró con los ojos verdosos del ragdoll negro.

—Anda, un gato.

—¡Ni se te ocurra hacerle daño!

La chica le miró.

—¿Por qué iba a hacerle daño? Me gustan los gatos— según decía estas palabras se agachó para recogerlo en sus brazos y comenzó a acariciarlo—. ¿Es tuyo? Es super bonito. Y está muy bien cuidado.

—¡Suéltalo, secuestradora de gatos!

—De todas las cosas de las que me han acusado, creo que esa es la más absurda que he escuchado en la vida.

Noctis suspiró.

—Esto me supera. Coda, ¿puedes solventar esto?

—Puedo intentarlo. Oye, mira, no le vamos a hacer daño a tu gato, ¿vale? ¿Qué tal si nos dices qué es lo que estás haciendo, exactamente?

—¡Maldita secuestradora de gatos! ¡Es por gentuza como tú que hago esto! ¡La humanidad es una plaga que va a destruir el planeta!— exclamó, furioso—. ¡Sólo saben cómo hacerse daño los unos a los otros, y lo que les rodea! ¡Envidian aquello que tienen los demás y no les importa matar y saquear por ello!

Y a partir de ese momento, no pudo evitarlo: dejó salir a la luz todos sus sentimientos. El rencor hacia aquellos que le habían aplastado y controlado por sus habilidades superiores. La visión de cómo a aquellos que eran como él sufrían de la misma manera. De cómo aquella envidia y aquella avaricia se extendía por todos los rincones del mundo. De cómo el planeta sufría por aquellos degenerados. Y sus planes de eliminar todo rastro de vida para que el planeta se pudiera regenerar. Tras aquellos largos minutos de discurso furioso, se quedó mirando a la chica, a Coda, jadeando ante el subidón de adrenalina que su propia confesión acababa de causar. Ella, por su parte, le miraba con los ojos como platos, sus brazos todavía sosteniendo a Sombra. Tras unos segundos, le contestó.

—Oye, pero si vas a destruir toda vida en la Tierra… ¿de verdad vas a matar a tu gato?

Se hizo el silencio mientras aquella simple bomba lógica estallaba en la cabeza del Profesor Umbra. Luego, se dejó de caer de rodillas y alzando los brazos al cielo, emitió un aullido de desesperación.

—¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!


Con Sombra en las rodillas sin parar de ronronear, Coda giró la cabeza hacia Noctis.

—Entonces, ¿qué decisión han tomado?

—Bueno, resulta que el aparato al final no hacía nada de lo que decía que iba a hacer, y no amenazó a nadie ni exigió pagos como tu típico supervillano— comentó la líder de Ávalon—. Técnicamente es terrorismo, pero el psiquiatra dice que tiene varios traumas y que no estaba en su sano juicio. El hecho de que pudieras convencerle con lo del gato parece apuntar en esa dirección.

—Lo que dijo de lo que le hicieron…

—Tú sabes lo que pasa en algunos sitios, ¿verdad? Uno de tus profesores…

—Nada de meter al profesor Dragunov en esto— Coda se puso a la defensiva de inmediato, pero bajó la guardia en cuanto vio la cara de su jefa—. No son solo los gobiernos, ¿verdad? Alguien le ha tratado tan mal como trataron al profesor Dragunov, ¿no es así? Pero entonces…

—Bueno, va a necesitar ayuda psiquiátrica, eso desde luego. Pero también necesitará un lugar en el que estar y adaptarse a la vida normal, y estaba pensando…

—Ah, ¿vas a adoptarle a él también?

Noctis se echó a reír ante la expresión usada por la chica.

—Si él quiere, desde luego. Aunque seguro que tengo que batirme el cobre con varias agencias gubernamentales. Puede que ese cacharro no hiciera lo que él quería, pero hay cosas en esos planos que revolucionarían el mundo. O al menos lo harían un lugar mucho mejor. Pero no pienso dejarle en manos de gentuza si está en mi poder evitarlo así que sí, pienso adoptarle.

Coda sonrió y le rascó detrás de las orejas al gato.

—¿Has escuchado eso, Sombra? ¡Puede que vuelvas a reunirte con tu humano!

Sombra lanzó un maullido satisfecho, antes de hacerse un ovillo encima de las piernas de Coda para echarse a dormir.

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