domingo, 27 de septiembre de 2020

52 Retos de Escritura (XXXIX): Los tres ciclos

Reto #39: Haz una historia en la que predomine el diálogo y no haya ni un solo verbo dicendi. ¡Asegúrate de puntuar bien las acotaciones!

 

LOS TRES CICLOS

 

—¡Lady Erika! Que alegría veros en esta fiesta. Pensaba que no vendríais.

—¿Y rechazar una invitación al baile en el Palacio Real? Seguramente bromeáis, querida. Además, ¿cómo iba a perderme el espectáculo que se nos va a ofrecer hoy? ¡Que desgracia sería eso!

Lady Erika ocultó su risa solapada detrás de su delicado abanico. Ella y su buena amiga Lady Calíope estaban situadas cerca de una de las paredes del impresionante salón de baile, en un punto desde el que podían observar con total impunidad lo que ocurriera en la sala.

—¿Pero estáis segura de que pasará lo que decís? Comprendo lo que me explicasteis, pero, ¿creéis de verdad que ocurrirá una tercera vez?

—¿Acaso no ocurrió el año pasado, y también durante el baile de inicio de la estación social? Si mis cálculos son correctos, esta noche debería ocurrir algo espectacular. ¡Que se solapen los tres ciclos es algo que sólo ocurre cada varios siglos, y nosotras vamos a poder presenciarlo!

—¿Qué es eso de “los tres ciclos”?

—¡Príncipe Bedwir!

—¡Alteza!

—No es necesario que os inclinéis. Ahora, ¿podríais contarme qué quiere Lady Erika decir con “los tres ciclos”?

—¡Ah, sí! Es un término propio, acuñado para definir… bueno, ciertas ocurrencias de la corte que suelen tener lugar cada cierto tiempo.

—¿Puedes ser más precisa?

—Por supuesto. Leyendo sobre antiguos registros de la corte, descubrí que cada cierto número de generaciones, había varias ocurrencias que causaban el caos durante unos pocos años antes de calmarse después. En el proceso de estas ocurrencias, el país era puesto al límite, pero salía reforzado de ellas. Distinguí tres tipos de incidencias distintas, que se repetían de manera cíclica con distintos periodos de tiempo.

—¿Qué tipo de ocurrencias?

—La primera de ellas, y supongo que os sonará, es la aparición de una persona de otro mundo traída por los sacerdotes al nuestro para combatir con los demonios.

—Ah… Ciertamente, eso ha ocurrido.

—La segunda de ellas consiste en el cambio radical de personalidad de dos mujeres nobles de distinto linaje, tan radical que incluso podría decirse que habrían intercambiado sus personalidades.

—También ha llegado a ocurrir.

—Y la tercera es el caso de un cambio radical en la personalidad de una mujer noble, salvo por el hecho de que esta parece conocer el futuro y actúa en consecuencia para cambiarlo. A estos tres ciclos distintos los llamo “La Santa”, “El Reflejo” y “La Oráculo”.

—Hasta ahora, tendríamos una Santa y un Reflejo, y Lady Erika está convencida de que dentro de poco nos encontraremos con el tercer evento.

—¿Dentro de poco? ¡Esta misma noche! ¡Es más, veremos desarrollarse los tres dramas al mismo tiempo! ¡Es una maravilla!

—Creo, Lady Erika, que te tomas esto con demasiada alegría. ¿No crees, Lady Calíope?
Pero Calíope negó con la cabeza.

—Os ruego que la dejéis divertirse. En un baile donde nadie nos va a invitar a bailar, ¿qué podemos hacer sino entretenernos con lo que veamos?

—Supongo que tenéis razón, pero…

—¡Mirad! Es la hija del Marqués de Gaoz, ¡y viene sin acompañante!

—Ah, eso es terrible. Creéis que esta noche ocurrirá… ¿Una condena?

—¿Una condena?

—Oh, sí, una condena. En muchas ocasiones, en los ciclos, ocurría que una dama prometida con un noble de gran apostura y personalidad intachable veía cómo su compromiso se rompía y ella era acusada de actos inenarrables…

—¿Como por ejemplo?

—Rasgas los vestidos de su adversaria, romper sus libros, insultarla en público…

—Bueno, es razón para estar enfadado, pero tanto como para hacer una acusación pública…

—Y luego están las veces en las que las empujan por las escaleras.

—… Sí, eso entra en el terreno de acusar a alguien públicamente. ¿Pero de verdad Lady Eunice ha hecho algo similar? Sabe que mi hermano aborrece la violencia.

—No sé si habrá llegado a esos extremos, pero he escuchado historias. Por supuesto, la credibilidad de los rumores es limitada pero…

—Sabremos si se dan las circunstancias cuando anuncien la llegada de vuestro hermano, el Príncipe Heredero.

—No sé si esto de los tres ciclos me convence demasiado.

—No tenéis por qué estar convencido o no de ello, Alteza. Lo que tenga que pasar, pasará. Y nosotros estaremos aquí para observarlo.

—Lady Erika, la sonrisa.

—Mis disculpas— la aludida levantó su abanico abierto para cubrir su boca, curvada en una sonrisa maquiavélica.

Bedwir no dijo nada, optando por intentar ignorar la diatriba de aquellas dos mujeres y observar la sala con tranquilidad. Pero no tardó ni unos instantes en lamentar su decisión, e hizo todo lo posible por pegarse a la pared y hacerse lo más pequeño posible, lo cual podría ser considerado una proeza imposible, dada su altura.

—¿La hija del barón de Hales está aquí?— el príncipe se llevó la mano a la cabeza, como si comenzara a sufrir una migraña—. Ugh, ¿os importa si me quedo con vosotras? Sospecho que no mira hacia las paredes de la sala, así que la esquivaré si me quedo aquí

—Podéis quedaros donde prefiráis, Alteza, nosotras no somos más que invitadas.

—¿Tiene la hija del barón los ojos puestos en vos?

—¿Acaso no los tiene puestos en cualquier hombre soltero? Espera… ¿Ella es parte de uno de los ciclos?

—Ciertamente, lo es. Por supuesto, da la apariencia de una noble candorosa e inocente, pero no hace más que coleccionar hombres que solo piensan con las entrepiernas.

—Noto algo de rencor en tus frases.

—Ah, Alteza, su prometido…

—Ah. No diré nada más. Mis disculpas.

—No hay de qué preocuparse, Alteza. Ese descerebrado no es más que uno de los miembros de su séquito. Sé de buena tinta que tiene sus ojos puestos en cinco personalidades, entre las que se encuentra el Gran Duque de Flather.

—El Gran Duque… espera, ¿quiere seducir a mi primo?

—A vuestro primo, a uno de los dos alumnos más avanzados del Gran Archimago, al capitán de los caballeros de la Primera Orden, al heredero del Duque de Marnade que es conocido por su riqueza y… ¿creo que al futuro sumo sacerdote? Una lástima que este último no esté.

—¿Pero qué…?

—Según Lady Erika, es habitual que en el Reflejo, una de las mujeres piense que podría acabar felizmente en una situación poliamorosa con cinco o más hombres.

—¡¿En serio?!

—Podría ser terrible si también hubiera puesto los ojos en su Alteza. Entonces habríais tenido que frenarla vos. Y todavía no hemos visto a Lady Luce…

—¿Lady Luce?

—La hija del Conde de Lushford, y prometida del Gran Duque. 

—En su momento, había infinidad de rumores sobre su horrendo comportamiento, pero después de cierto incidente su forma de actuar cambió por completo. Tanto que parecía una persona distinta, y podéis creerme que lo viví en mis carnes. Fue… ¡Oh, mirad, ahí está! Cielos, ese vestido…

—¡No había visto ninguno igual! ¡Es precioso!— Calíope dio palmas, una sonrisa de oreja a oreja curvando sus labios—. ¡Y tan elegante! Ni punto de comparación con cómo era antes…

—Me pregunto cuánto tardará en verla Lady Aria. O el Gran Duque. Porque el Gran Duque ha llegado ya, ¿no es así? Creo haberle visto en uno de los corrillos.

—Sí, mi primo está aquí. Es extraño, normalmente odia asistir a estos eventos y se va en cuanto es educado hacerlo…

Las dos damas se miraron y ocultaron sus sonrisas complacidas detrás de sendos abanicos.

—¡Ojojojojo! Realmente ha valido la pena luchar por conseguir esa invitación.

—¡Va a ser una noche interesante!

—Me estáis dando miedo. Las dos.

—¿Pero qué daño podríamos causaros, Alteza?

—Somos lo menos peligroso que se puede encontrar en este baile.

—¡Ah, mirad! ¿Esa no es Lady Justinia?

—¿Lady Justinia? ¡Sí, es ella! Vaya, se ha recuperado ya de su enfermedad, temía que no la volviéramos a ver después de…— Erika se detuvo un momento en su discurso, mientras observaba recientemente a la mujer que acababa de entrar en su campo de visión—. Esperad un momento. ¿No está con su prometido? Y parece estar buscando a alguien con la mirada… Será… ¿será posible?

—¿Posible el qué?

—Lady Calíope, Alteza, creo que hemos encontrado a la Oráculo.

—¡¿En serio?!

—No sé ni por donde empezar a decir que esto es estúpido. ¿Por qué sería ella una persona como la que has descrito?

—Bueno, para empezar la relación entre Lady Justina y su prometido es… Cómo podría describirlo… No se la desearía ni a mi peor enemigo. Lady Justina es posesiva y celosa hasta extremos indiscretos, y su prometido no hace más que alimentar dicha posesividad, cuando está claro que la odia. Esa relación solo podría acabar en tragedia. Pero si está aquí sin su prometido…

—¿Creéis que puede haber cambiado?

—No lo sé. Tendremos que estar atentas a sus actos, aunque parece ser la más adecuada para el puesto.
De pronto, se hizo el silencio al escucharse el sonido de una vara de metal golpeando contra el suelo de mármol.

—¡Su Alteza Real, el Príncipe Amhar, y su Santidad, la dama Mariko!— la voz del chambelán alcanzó todos los rincones de la sala. 

Los murmullos comenzaron a bullir de inmediato, mientras todas las miradas se clavaban en la pareja. Erika no pudo evitar un suspiro placentero, como si la sola visión de aquellos dos fuera como comer el dulce más exquisito.

—Él parece el sol radiante, y ella la noche estrellada. Definitivamente, podrían escribirse historias sobre ellos.

—¿No estás siendo un poco exagerada?

—Al menos, la parte en la que ella apareció invocada por los sacerdotes es digna de cuento. Y luego está toda esa parte de derrotar a los demonios junto a vuestro hermano. Al menos eso va a quedar registrado en la historia, ¿no es así?

—Miradlo por el lado bueno, Alteza, vos también quedaréis registrado en ella.

—Por qué será que eso no me resulta apetecible en absoluto.

—En cualquiera de los casos, dentro de poco empezará todo. Ahora, me pregunto quien dará el primer…

Erika se encontró dejando su frase a la mitad cuando Lady Eunice atravesó el salón de baile en línea recta hacia los recién llegados. Allí por donde pasaba, los murmullos se iban acallando.

—¿Parece que van a ir en orden?

—Sí, eso parece.

—¿Podéis escuchar lo que dicen, Lady Erika?

—Están demasiado lejos, pero creo que puedo adivinarlo por sus posturas. Parece que Lady Eunice está echándole en cara a su prometido que haya venido con otra mujer.

—Bueno, normalmente eso sería lógico, ¿pero no se anunció que esto iba a ser así?

—Así es. Mi padre quería recalcar las buenas relaciones entre la Corona y la Iglesia para evitar mayores problemas con ellos ahora que la Santa va a comenzar su ruta por las provincias fronterizas…

—No es como si eso preocupara a Lady Eunice, ¿no creéis? Su enfrentamiento con la Santa es conocido. Tanto como su ausencia de entendederas.

—Eso no puedo negarlo.

—¡Suficiente!— la exclamación airada del príncipe Amhar interrumpió la conversación; en el silencio que se produjo, fue fácil escuchar las palabras acusatorias que siguieron—. ¿Acaso crees que no sé lo que has estado haciendo? ¡He hecho caso omiso a tus abusos durante demasiado tiempo!

—¡Oh, oh! ¡Ha llegado el momento!— la voz de Erika era un susurro mientras ocultaba su boca con su abanico.

—¿Esto es lo que decíais? ¿La condenación?— Calíope había imitado el gesto de su compañera de cotilleos.

—Ciertamente, este tiene que ser el momento esperado. Aunque me pregunto…

—¿Ocurre algo?

—Después de casi un año viajando juntos, pensaría que el príncipe Amhar y la Santa tendrían una relación más íntima. Sin embargo, casi todos los cargos que el príncipe está enumerando son… ¿por poner en peligro el reino al insultar a un miembro del clero?

—Ah, no, si tienes razón. Mi hermano está enamorado perdidamente de Mariko— el rostro de Bedwir era el de alguien que se había resignado a que aquello iba a ser un desastre—. Es la Santa la que le recuerda que tiene una prometida a la que respetar, y la que ha defendido a Lady Eunice sin cesar.

—¿Y Lady Eunice ha estado abusando de ella a pesar de todo? Hablando de morder la mano que da de comer…

—¡Oh! ¡Oh! ¡Ha llegado el momento!

—¡No puedo aceptar como esposa una mujer que sacrificaría la paz del país por sus propios deseos personales! ¡Nuestro compromiso queda anulado, de inmediato! ¡Podéis estar agradecida de que vuestro castigo quede solo en esto, Lady Eunice!

—¡Ah, una declamación perfecta! ¡Y el rostro de Lady Eunice! ¡Y el de la Santa!

—¡Parece que Lady Eunice tiene algo que decir! ¡Oh, cielos, esos insultos! ¡Cuando el sumo sacerdote escuche eso…!

—No, míradlo. Está en primera fila allí. ¡Creo que le va a dar algo como no se haga nada!

—¿Eh? ¿Esos guardias de dónde han salido?

Las dos mujeres se volvieron hacia su compañero con miradas acusatorias.

—¿Qué? ¡No iba a dejar que arruinara la fiesta! ¡No íbamos a escuchar el final de todas las quejas de la Iglesia como no hiciéramos nada!

—Aguafiestas.

—¿Has dicho algo, Lady Erika?

—Nada en absoluto, Alteza. Ah, parece que Lady Eunice se resiste.

—Si a mí me llevaran a rastras como están haciendo con ella, mi padre me retiraría la palabra.

—¡Esperad! ¡Se ha soltado!

—¿Pero cómo ha podido liberarse de tres guardias?

—¡Está intentando atacar a la Santa!

—Y… su Alteza acaba de frenarla en seco. Creo que ahora sí que no se libra del juicio.

—Teníais razón cuando decíais que no tenía muchas luces.

—Alteza, ¿estáis bien? Os estáis frotando mucho las sienes…

—No es más que la migraña que me va a causar esta fiesta, no le des mayor importancia.

—Ah, el Marqués ha llegado.

—¿El padre de Lady Eunice? Oh, sí, es él. Cielos, ha obligado a su hija a ponerse de rodillas y él mismo está implorando perdón.

—No pareces muy animada por este prospecto.

—Oh, el drama está bien mientras no pasa de eso, y Lady Eunice se ha buscado su castigo… Pero después de esto, no solo sufrirá ella, sino toda su familia. Alguien poco compasivo podría decir que la educación recibida era parte del problema, pero incluso así dudo mucho que su familia merezca el ostracismo que van a sufrir.

—Está bien saber que todavía guardas un mínimo de empatía por los demás.

—Me resiento de esa frase. Tengo mucha empatía por los demás. Por eso disfruto de este tipo de sucesos. Nos muestran lo más profundo de nuestros corazones.

—Al menos, esto se ha acabado.

—De momento.

—Espera, ¿piensas que van a ocurrir más cosas?

Erika miró a Bedwir como si fuera obvio que por supuesto iban a ocurrir más cosas, y que si es que era tonto o le pasaba algo.

—Lady Erika, ¡mirad! ¡Ahí, cerca de la pared a nuestro lado! Lady Justina… ¡Lady Justina está hablando con el Duque de Malroth!

—¿El Duque de Malroth? ¡Cierto, es él! Esto es interesante…

—¿Interesante en qué sentido?

—Bueno, para empezar, Lady Justina no suele dirigirse a otros hombres, demasiado interesada en intentar que su estúpido prometido no se acueste con toda cosa que lleve faldas. Sin embargo, se ha acercado al Duque de Malroth, que es conocido por dos cosas…

—¡Es conocido por ser uno de los mejores combatientes de entre los miembros de la expedición contra los demonios, y por ser una belleza fría que no se conmueve ni ante la más hermosa declaración de amor!

—¿No es eso un tanto cruel con él?

—Pero es la verdad. Ha habido decenas de intentos de atarle en matrimonio, pero los ha rechazado todos.

—Si Lady Justinia es la Oráculo, como creo… Tendremos que tener el ojo puesto en el duque, entonces. Es probable que sea alguien de importancia en el futuro.

—Porque no lo estás haciendo para ver el espectáculo.

—También, también, pero si lo que pienso es cierto, ella sabe mejor que nosotras lo que va a pasar y por tanto debemos estar atentas a sus pasos. Por nuestro bien… y el del propio reino, seguramente. Esperad, ¿el duque le está pidiendo a Lady Justina el primer baile?

—¿Y su prometido?

—Ni rastro de él. ¿Le habrá pasado algo?

—Seguramente se ha entretenido en el carro con su elegida para esta noche— la carga de cinismo en la voz de Erika indicaba su opinión sobre aquel hombre—. Ah, me parece que ya ha acabado, ahí le tenéis llegando demasiado tarde como para ser elegante.

—¿Y esa mujer que le acompaña?

—No la conozco, no creo que sea una noble siquiera. La ha dejado tirada en medio de la sala. Pobrecilla.

—¿En serio se va a enfrentar a Marhalt? Ese no sale vivo de aquí hoy.

—¡Peor! ¡Va a abofetear a Lady Justina!

—No creo que llegue.

—Tenéis razón, el duque le ha detenido. ¡Cielos, lo acaba de levantar en volandas! No lo irá a tirar por la ventana, ¿verdad? Ah, no, se lo ha llevado hasta su pareja de esta noche.

—Que no parece especialmente feliz.

—¿Podemos reprochárselo a la buena mujer? Ni siquiera una plebeya estaría satisfecha con un hombre, por noble y rico que sea, si este la está apuñalando por la espalda.

—Y menos después de este ridículo espantoso.

—Es una desgracia que a los hombres este tipo de cosas no les cueste el no volver asomar su cara por un evento social como este.

—¿Creéis que esto va a acabar aquí?

—Difícilmente. Esto no ha hecho más que empezar. Debemos estar atentas a Lady Justina entonces.

—¿Alteza? ¿A dónde estáis mirando?

—A la hija del Barón de Hales. Creo que está armando un tercer escándalo, y mi hermano está poniendo mala cara.

De inmediato, ambas mujeres giraron sus cabezas en aquella dirección, con un brillo de interés en los ojos, los abanicos una vez más ocultando la expresión de sus rostros, como si aquello fuera a esconder de alguna manera el hecho de que se estaban divirtiendo demasiado con todos aquellos sucesos.

—No me extraña que ponga mala cara, eso no son dos mujeres enfrentadas, es un linchamiento.

—¿Entendéis lo que está pasando, Lady Erika?

—Parece que la hija del barón ha decidido enfrentarse abiertamente a Lady Luce cuando los cuatro hombres en discordia estaban cerca.

—¿Conseguís escuchar algo?

—No, pero por la expresión, creo que está intentando acusarla de ser una fresca delante del Gran Duque.

—¿Creéis que Lady Luce se defenderá?

—¿Con el batallón de sicofantes que tiene esa mujer detrás? No, no creo. Pero es no quiere decir que el Gran Duque no pueda hacerlo.

—¡Ah! ¡La está abrazando! Espera… ¡La está besando en público!

—¡Cielos, y lo está alargando!

—¡El descaro!— Calíope comenzó a abanicarse, como si se sintiera escandalizada, aunque el hecho de que estaba sonriendo le quitaba bastante fuerza a su interpretación.

—¡Y mirad a esa arpía, buscando apoyos! ¿Soy yo, o el futuro mago real acaba de usar magia para teleportarse al otro lado de la sala?

—¡Lord Marnade acaba de girarse hacia otro lado! ¿No está invitando a bailar a Lady Morvydd?

—¡Sí! Miradla, la pobrecilla está tan confusa. ¡Pero ha aceptado! ¡Lord Marnade está a salvo! ¿Qué hay de sir Safir?

—Creo que está buscando una forma de escapar. Esperad. Oh. Oh no.

—¿Está mirando hacia nosotras?

—¡Está mirando hacia nosotras!

—¡Se está acercando!

—¿Qué hacemos?

—Rápido, fingid indiferencia.

—¡Como si fuera tan sencillo hacerlo!

—Alteza, ¿qué os hace tanta gracia? ¡Esta situación no es motivo de chanza!

—Seguro que…

Antes de que Bedwir pudiera completar su frase, sir Safir los alcanzó. Se inclinó ante el príncipe con el debido respeto.

—Alteza, espero no estar interrumpiendo vuestra conversación con las damas…

Las dos aludidas lanzaron sendas miradas al príncipe, en un ruego para que impidiera que las mezclara en aquel desaguisado, pero aquello acababa de dar un giro demasiado grande como para dejarlo pasar. De pronto, se encontró comprendiendo por qué aquellas dos se dedicaban simplemente a mirar el espectáculo y comentarlo. Era demasiado divertido. Especialmente ahora que las dos atrapadas eran ellas.

—En absoluto, sir Safir. Si tenéis algo que discutir con ellas, sois libre de hacerlo.

Satisfecho al tener el permiso del príncipe, sir Safir extendió su mano hacia una de las dos damas.

—Lady Calíope, sería un honor para mí si me concedierais este baile.

Calíope miró hacia Bedwir primero, luego hacia Erika, y finalmente hacia el grupo de la hija del barón y su “batallón de sicofantes”, que la miraban todos con una mezcla de sorpresa y odio. En su rostro se mostraba el intenso debate sobre si debía rechazarle y probablemente causar cientos de miles de rumores, o aceptarle y causar otros tantos rumores, aunque de una índole distinta. Finalmente, llegando a una conclusión, puso su mano tímidamente en la de él.

—El honor sería mío.

Y ambos se alejaron para unirse al resto de parejas que se preparaban para el primer baile.

Erika se volvió hacia Bedwir, con ojos ligeramente llorosos.

—Se ha llevado a mi amiga.

—Eso parece.

—¿Y ahora qué hago?

—Bueno, tal vez no soy el compañero ideal para comentar todas esas cosas de las que estáis tan segura, pero…— le tendió la mano, inclinándose ligeramente de la misma manera que sir Safir había hecho instantes antes—, ¿qué tal si creamos un escándalo por nuestra cuenta?

Las mejillas de Erika se colorearon ligeramente, pero finalmente aceptó la invitación.

—Supongo que está bien de vez en cuando no ser la que observa desde la pared.


Se dice que la familia real del reino de Avalet perduró durante cientos de generaciones gracias a los secretos de un libro escondido en la biblioteca del palacio. Un libro escrito por la Gran Duquesa Erika de Gydd que nadie debía tocar, y cuyas predicciones y observaciones permitieron a los distintos monarcas a mantener el país a salvo de demonios, guerras y desastres múltiples. Se dice que no fue hasta la pérdida de este libro lleno de profecías, a causa de un incendio que arrasó la valiosa biblioteca, que la línea real cayó en desgracia.

Sin embargo, el ducado de Gydd mantuvo su poder e influencia, sin que nadie pudiera comprender el origen de su capacidad. Cuando se investigó su biblioteca, en busca de una posible copia del libro que había estado en poder de la familia real, lo único que encontraron fue una extensa colección de tomos de novela romántica.

Tal vez si hubieran visto a la autora se habrían dado cuenta. Pero, ¿quién se habría fijado en eso?

¿En el hecho de que todas aquellas novelas estaban escritas por Erika de Gydd?


Nota de la autora: Me lo he pasado demasiado bien escribiendo esto XDDD Y para los que se estén preguntando de dónde sale esto, solo puedo decir una cosa: el pozo de los isekai shoujo es profundo y demasiado cómodo como para intentar salir de él XD

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