domingo, 20 de diciembre de 2020

52 Retos de Escritura (LI): Los invitados

Reto #51: Las cenas de Nochebuena pueden ser un horror. Escribe sobre la tortura que padece ese día tu protagonista.

 

LOS INVITADOS

 

—Lamento que este año no hayas podido irte de vacaciones— dijo la madre de Alejandra.

—Es lo que hay.

—¿Crees que estarás bien?

—Si no lo estoy, os dejaré tirados y me iré a casa de Eloisa. ¿Te parece mal?

—No, no, en absoluto. Me parecería lógico. Te diría que lo hicieras ahora que puedes, pero…

La madre de Alejandra lanzó una mirada muy significativa al salón, donde su marido estaba tirado más que sentado en el sofá, viendo algo en la televisión. Una película, suponían, porque ese día no había fútbol. En cualquiera de los casos, era mejor que no contaran con él para hacer nada. Si ella se iba para evitar la cena familiar de Nochebuena, no oiría el final de sus quejas.

Alejandra odiaba la cena de Nochebuena. O, más concretamente, odiaba cenar con su familia en Nochebuena. No es que todo fuera malo de por sí, su madre cocinaba estupendamente y era una santa, y sus hermanos eran buena gente. El problema residía en que la gente que se sentaba a la mesa no eran solo su madre y sus hermanos. En realidad, incluso su padre, con todas sus faltas, era civil mientras fueran solo los miembros directos de la familia los que estaban presentes. Era cierto que tenía un sentido del humor bastante rancio, pero no solía lucirlo delante de gente que lo considerara malo, así que en general era asumible. No, el problema era la familia extendida que por supuesto vendría a cenar con ellos porque la familia tenía que estar unida. Y luego estaban los que no eran familiares.

Lo habían sido, en un momento, pero hacía ya cinco años que ese lazo se había roto. Y sin embargo, todos los dichosos años aparecían allí como si aquello fuera su casa. Eran la principal razón por la que Alejandra huía de Madrid todas las navidades. No era la única. A veces le parecía que estuviera abandonando a su familia a aquella mesa odiosa pero, por otro lado, su familia había tenido cientos de oportunidades de solucionar todo aquel desaguisado y no lo habían hecho. No sabía por qué tenía que ser ella la que tuviera que tragar con algo que no había aceptado.

Desgraciadamente, este año iba a tener que soportar todo aquello. Su plan de largarse de allí se había cancelado en el último minuto. Bueno, suponía que debería habérselo figurado cuando una de sus compañeras de trabajo había insistido tanto en apuntarse al viaje. Ese tipo de cosas nunca acababa bien. Aunque había esperado que al menos la cazurra no hubiera llamado cancelando también su parte de la expedición. O que no lo hubiera hecho a última hora cuando no podía sacar un billete y una habitación de hotel en donde fuera. Y las vacaciones estaban ya pedidas. Ugh.

No es como si no hubiera intentado escapar, a pesar de todo. Pero los alojamientos a los que había llamado y la podían interesar estaban todos completos, y conseguir un billete barato en aquellos momentos era complejo, y tampoco quería arriesgarse a coger un billete de última hora, con todo lo que aquello conllevaba. En pocas palabras, había llegado a una línea que no quería cruzar. Y por eso estaba allí.

Y allí era donde entraba su padre y sus charlas sobre lo desagradecida que era por irse de allí y no estar con la familia en esas fechas tan señaladas, y demás zarandajas que podría tener en cuenta cuando sometía a sus hijos a la presencia de gente que era de todo menos agradable. Pero tener una pelea con su padre no iba a solucionar nada.

Al menos tenía la aquiescencia de sus padres de que si las cosas se ponían complicadas, se podía ir a donde quisiera sin tener que decirles nada. Si llegaba a ese extremo, tenía varias opciones, una de las cuales incluía aparecer en la Corte Negra y comenzar una competición de juegos de cartas. Había hecho algo similar una vez, y había conseguido viciar a varias personas al Continental, estaba segura de que podría hacer algo similar con algún otro juego. Para ellos, el solsticio de invierno se celebraba de otra manera.

Sus pensamientos al respecto se vieron cortados cuando el telefonillo sonó. Suspiró al comprender que era parte de su familia que había llegado temprano. Su hermana Natalia fue la que se acercó a abrir la puerta y, cuando la vio girarse después de abrir, pudo ver una mueca en su cara. Eso le dio la suficiente información como para saber de quién se trataba.

Era el antiguo marido de Nati. Porque por supuesto solo llegaba temprano cuando podía hacerle la vida imposible a los demás.




—¿Y tú que pasa?— preguntó su tía—. ¿Todavía no te has sacado novio? Eso te pasa por irte siempre de viaje y tener ese tipo de trabajo. ¿Qué decías que eras?

—Tengo una tienda de libros.

—Ese tipo de trabajos son una mierda. Así no vas a tener marido en la vida.

—Ah, bueno, es que Alejandra siempre ha sido demasiado hombre. A veces me pregunto si no nació con el cuerpo equivocado— metió briza la ex-suegra de Nati.

Alex le lanzó una mirada muy clara a su padre, pero este miró para otro lado. Por supuesto, cuando se trataba de gente que se dedicaba a atacar a sus hijos, lo de “hay que respetar los valores familiares” se desvanecía como el humo. Encima, para colmo de desgracias, la habían forzado a sentarse en una parte de la mesa de la que no podía salir fácilmente, por lo que no podía ayudar en la cocina a su madre, que estaba forzada a ser la que se encargaba de traer todo lo necesario. Bueno, lo cierto era que Nati la estaba ayudando, pero cuando Rodri había intentado hacer lo mismo, su tío, el ex de Nati y el padre de este se habían comenzado a burlar de él y su padre le había dicho que se quedara en su sitio. Su hermano tenía cara de querer marcharse corriendo de allí, y de vez en cuando la miraba, tal vez con la intención de iniciar una conversación con ella. Por desgracia, estaban en extremos opuestos y no había forma de tener una charla sin que el resto de la mesa no se enterara y metiera las zarpas en ella.

¿Por qué la habían puesto ahí, para empezar? En mitad de toda la gente con la que apenas se hablaba. Y que además era una panda de misóginos de cuidado, que era justo lo que no necesitaba en su vida. ¿Quienes eran ellos para decidir si su trabajo era o no para hombres? Además, era más complicado que eso, no solo era entrenadora de esgrima, tenía certificaciones para competir y entrenar, y no solo esgrima. Pero para ellos solo era una “máquina para hacer bebés”. Tenía narices la cosa.

—Pero bueno, ¿tienes novio o no?— insistió su tía.

—Qué va a tener novio, esta. Seguro que os ha salido lesbiana, ¿eh?— comentó su tío, como si ser lesbiana fuera algo malo.

—¿Y qué importa si es lesbiana? Eso no quita para que sea una persona trabajadora y responsable— interrumpió su madre mientras aparecía con la sopera humeante.

—¿Eres lesbiana?— preguntó Nati con una nota casi esperanzada, aunque Alex no sabía muy bien por qué parecía tan ilusionada con el tema.

—No, no lo soy.

Podía decir que el sexo le importaba menos que el color de la ropa interior del idiota del ex de Nati, pero lo cierto y verdad es que tampoco le apetecía mucho ir comentando su sexualidad, o falta de ella, delante de gentuza que solo existía para hacerles la vida imposible.

—¿Y cuándo piensas sacarte novio?

—¿Por qué preguntas esas cosas, Paqui? Las chicas ahora no se casan tan pronto, no tiene por qué andar pensando en ello ahora.

—¿Qué dices, Conchi? Si ahora lo único en lo que piensan todas en en acostarse todo lo rápido que pueden con el primero que pasa. Tu hija debería ir pensando en sentar la cabeza.

—No sé por qué debería. Ir con prisas no es nada bueno.

Estaba claro, a ojos de Alex, que su madre se estaba dejando cosas en el tintero. Cosas como que ir con prisas podía acabar con ella casada como un merluzo como el tipo sentado frente a ella, que estaba recostado bebiendo vino muy alegremente como si él fuera el rey del mundo. Claro que decir eso acabaría con pelea segura. Por otro lado, si acababa con pelea, siempre podía llamar a la policía, pero no estaba segura de que eso fuera a hacer mucho por las relaciones familiares, que de por sí no eran las mejores. Alex lanzó una mirada a su móvil que tenía sobre sus rodillas debajo de la mesa. Tal vez le diera tiempo a teclear un mensaje rápido, mientras todos prestaban atención a la crema que estaba sirviendo su madre. Pero pronto se encontró con el plato delante de ella, así que simplemente se dedicó a comer, intentando hacer todo lo posible por ignorar la conversación.

Era complejo, por supuesto, pasar por alto los comentarios políticos que compartían los “invitados”. Estaba claro que eran de las mismas ideas peregrinas sobre quién tenía derecho a qué, y lo que se debía hacer con la gente que ellos consideraban “desviada”. El hecho de que sus tíos y la familia de su ex-cuñado se llevaran tan bien era una señal clara de que ninguno de ellos era trigo limpio. ¿Y qué demonios le debían a esta gente que venía a su casa a montar drama? Al menos ahora estaban soltando hiel en una dirección que no la manchaba directamente a ella, así que podía intentar no pensar en ello, aunque desde luego no era lo más divertido del mundo.

Una vez acabó la crema, y pensando que habían dejado de prestarla atención, llevó sus manos al móvil y escribió un mensaje que envió de inmediato. Calculaba que para los postres tendría una excusa para salir de allí, cortesía de aquel mensaje. Aunque le gustaría que llegara antes, puede que a mitad del segundo plato, y pudiera largarse de allí a toda velocidad.

—¿Qué estás haciendo?— interrumpió de pronto la madre del ex de Nati—. ¿Estás con el móvil? ¿Te parece de recibo estar con el móvil en una comida familiar?

Alex se volvió para mirarla. La observó largamente, como si estuviera estudiando si debía decirle lo que pensaba de ella o si debía simplemente ignorarla. Era una mirada que hablaba, que le decía a aquella señora que le importaba un comino lo que opinara, y que no era ella quién para juzgar lo que hacía o dejaba de hacer. O al menos eso le pareció que la mujer entendía, porque primero comenzó a ponerse blanca, luego roja, y finalmente de un extraño color morado, como si se estuviera ahogando. Cuando decidió que aquella mujer no le iba a decir nada más, Alex se giró y centró su mirada en Nati, al otro lado de la mesa, mientras pulsaba el botón de enviar.

—¿Qué tal con tu nuevo novio, por cierto? Como apenas me paso por aquí no puedo preguntarte a menudo.

Un nuevo silencio se apoderó del comedor, este aún más cargado. La pregunta era, por supuesto, inocente. La había hecho porque se le había ocurrido en ese momento, con el fin de desviar la atención del desafío de aquella estúpida mujer que se consideraba como de su “familia” después de todo lo que les habían hecho, los muy desgraciados. Y de hecho, Nati pareció agradecer el tema que había sacado. Su madre no, desde luego, pero su madre era de la opinión de que cualquier cosa que pudiera importunar a la “familia” era malo, y aquello sin duda iba a importunar al ex de Nati. Oh, pero eso le importaba muy poco a Alex. Si podía dejarles claro que eran persona non grata en aquella casa…

—Ah, es un encanto. Le hubiera gustado venir y conocerte, pero…

Nati no tuvo que completar la frase, porque Alex pudo leer entre líneas. Si el nuevo novio de Nati iba a aquella cena, el ambiente estaría aún más cargado, y seguramente acabaría en pelea. Estaba convencida de que había sido la madre de ambas la que le había rogado que no trajera a su chico a la cena. Le parecía absurdo. Nati no podía estar atada a aquel mameluco durante el resto de su vida, y ellos no tenían por qué soportar a su familia, para empezar.

—Yo si que le he conocido, y es un tío legal. Seguro que te gustaría. Y si no, siempre puedes arrojarle a ese colega tuyo, el que da miedo— interrumpió Rodri, con una sonrisa maligna en la cara—. ¿Sorin, dices que se llamaba? Es todo sonrisas, pero cuando le tocas la moral…

—¿Y tú de qué conoces a Sorin?

—Creo que he respondido un par de mensajes suyos, y ha venido en un par de ocasiones a casa para discutir cosas contigo, así que le he visto la cara alguna vez.

—¿Uh? ¿Sólo eso? Es rarísimo que Sorin se cabree.

—Ah, eso es una larga historia. Y le prometí que no la contaría en público.

—Me parece correcto.

—Espera un momento, espera un momento— el ex de Nati, que había estado asistiendo a toda aquella conversación con la boca abierta, interrumpió entonces—. ¿Cómo que novio nuevo? ¿Qué quieres decir con eso?

—Pues… ¿Que Nati está saliendo con alguien?

—¿Y quién coño es ese gilipollas? ¿Cómo te atreves a salir con alguien cuando me tienes a mí, si se puede saber?

Nati se echó hacia atrás, atemorizada, y aquello hizo que la sangre de Alex hirviera. Era esto lo que más odiaba de todo aquello. Aquel tipo había abusado de su hermana, no, seguía abusando de su hermana, con la aquiescencia de toda la familia porque las únicas personas que estaban en contra de aquello no tenían ningún poder sobre aquel grupo. Estaba harta de todo aquello. Estaba harta de que cuando aquel tipo se ponía histérico, todos los demás callaran. Y sabía que no podía hacer frente a aquello porque estaba sola, y por eso había intentado escapar de aquella situación, como lo había hecho en multitud de ocasiones anteriores. Lo único que podía hacer era mirar a su hermana y transmitirle con gestos que estaba con ella, y que la ayudaría en lo que fuera.

Entonces, un sonoro tintineo cortó el tenso silencio. Alex miró al móvil que tenía sobre las rodillas y sonrió al leer el mensaje.

—Oye, mamá, mi amigo está esperando en la puerta, ¿te importaría ir a abrirle? Iría yo, pero…

Pero estaba atrapada en territorio enemigo.

—Ya voy yo— replicó Nati, que aprovechó aquella brecha para alejarse de la mesa y de aquel energúmeno que tenía por ex.

Momentos después, Sorin aparecía por el salón con el estilo de una diva de la canción que caminaba por la alfombra roja de alguna gala de premios. Llevaba de la mano a Nati, que estaba más sorprendida que otra cosa. El Rey Negro, mientras tanto, mostró una sonrisa que parecía de un anuncio de dentífrico.

—Alex querida, tendrías que haberme dicho que no habíais acabado de cenar. Es de una terrible educación interrumpir una comida familiar. Los cuchillos no vuelan con la misma maestría cuando hay extraños en la mesa.

Rodri comenzó a retorcerse en su asiento, en un obvio intento de no echarse a reír abiertamente allí mismo, y Alex estaba haciendo un gran esfuerzo en mantener una cara de póker. Sorin mientras tanto parecía estarse alimentando de las miradas entre sorprendidas y horrorizadas de los demás comensales. Comprensible. Todavía tenían que conocer al verdadero Sorin, y no a esta versión sobreactuada que le hacía parecer que tenía tanta pluma como un dichoso pavo real.

—No tienes por qué preocuparte— la primera que se rehizo fue la madre de Alex, que puso una sonrisa radiante—. ¿Quieres comer algo? Ya sabes que donde comen dos…

—Ah, no, ya he cenado, no es necesario. Aunque no me importaría en absoluto compartir mesa con personas tan amables. Alex querida, sabía que tu hermano era encantador, pero ahora veo que es algo que viene en los genes.

—¿Y dices que este marica es amigo tuyo?— preguntó de pronto el ex de Nati.

Alex le miró y sonrió. Era una de esas sonrisas que no eran tales, sino una amenaza muy velada de que ibas a sufrir una muerte espantosa. Era sonrisa porque los labios se curvaban hacia arriba, pero era casi más una mueca, un intento poco discreto de lo que estaba sintiendo la persona por dentro: unas ansias enormes de asesinar al que tenían en frente. Solo un estúpido haría estallar la bomba que se ocultaba detrás de esa expresión. Pero aquel tipo era de todo menos inteligente. Así que Alex decidió añadir un nuevo nivel de amenaza diciendo algo en una voz tan empalagosa, que solo podía estar llena de veneno.

—Nacho, yo que tú no volvería a abrir la boca mientras esté Sorin presente. Vas a acabar mal.

—¿Y qué me va a hacer el marica este de mierda, si se puede saber? ¿Intentar ligar conmigo?

—Oh, por favor, jamás intentaría seducirte. Quiero decir, hay personas mil veces más interesantes tan solo en este comedor, y no es que haya mucho donde elegir, la verdad.

—¿Es que piensas que es buena idea insultarme en mi propia casa?

—¿Desde cuando es esta tu casa?— preguntó de pronto el padre de Alex.

Todos se quedaron mirándole, porque no era habitual en absoluto que aquel hombre hablara. Y menos aún para hacer frente a aquel tipo.

—No te lo he dicho hasta ahora porque me parecía feo hacerlo delante de toda mi familia, pero, ¿qué demonios hacéis tus padres y tú viniendo a nuestra casa todos los años? ¿Es que no tenéis otro sitio mejor al que ir?

—Pero Juan…

—Ni peros ni peras. Estáis divorciados y, además, fue cosa tuya. ¿Por qué demonios tenemos que seguir tragándoos? Es que ni siquiera tenéis niños que digas que tienen que estar con vosotros, solo eres tú y tus padres, que deberíais estar en vuestra casa en lugar de aprovechándoos de nuestras cenas.

—¡Que nos aprovechamos!

—¿Es esa forma de tratar a vuestros invitados?

—¿Desde cuando sois nuestros invitados?— interrogó Rodri de repente.

—¡Desde el primer año!

—No, perdona, la que estaba invitada era mi hermana, que para eso era de la familia. Vosotros simplemente veníais de acoplados.

—¡Lleváis un montón de años sin decir nada!

—Porque te pones como un energúmeno y nos amenazas con que vas a hacernos de todo como no hagamos lo que dices. Y por desgracia la policía nos dice que no puede hacer nada a menos que nos estéis matando.

Hubo una pausa. Alex observó cómo sus tíos se habían apartado ligeramente de todo aquel berenjenal y estaban haciendo como si allí no estuviera pasando nada, acabándose la crema y atacando el pan con la rabia de alguien que sospechaba que pronto sería persona non grata en aquella casa y que mejor era aprovechar mientras pudiera. Gente lista. No podía decir lo mismo del ex de Nati, que tras los segundos de anonadado silencio, comenzó a echar espumarajos por la boca.

—¿Pero quién coño os creéis que sois para decirme a mí lo que puedo o no puedo hacer? ¿Tenéis idea de quién soy? ¿Eh? ¿Eh? ¡Os voy a joder la vida, ¿me oís?! ¡Os voy a joder la vida para siempre!

Mientras aquel energúmeno soltaba todos aquellos gritos, Alex tomó con toda parsimonia su móvil y comenzó a grabar un vídeo, porque si iban a regalarle las pruebas para el juicio, no pensaba dejarlas pasar. El tipo siguió gritando, escupiendo en dirección a las personas que parecían más fáciles de amedrentar, esto es, Nati, su madre y, por poco comprensible que fuera, Sorin. El bueno del Rey Negro lejos de atemorizarse, miraba a su adversario con bastante decepción.

—¡Soy el sobrino del dueño del bufete de abogados más importante de Madrid! ¡Cuando escuche lo que me habéis dicho aquí, os va a sacar hasta los ojos! ¡Y cuando os tenga endeudados hasta las cejas, vendré aquí y os daré la paliza que os merecéis! ¡Os voy a matar, me oís! ¡Y voy a matar a este marica!

Y agarró a Sorin de la solapa.

—Apartaos de la mesa— ordenó Alex, que hizo lo propio mientras seguía grabando.

Por un instante, se preocupó de que toda la cena quedara arruinada y le pasara algo a los platos. Eran caros, a fin de cuentas, y su madre no apreciaría perder aquella vajilla. Pero tal vez Sorin estaba preocupado por la misma cosa, porque en lugar de estamparle contra la mesa cuando se lo quitó de encima, lo lanzó contra la pared. No fue muy fuerte, pero sí lo suficiente como para dejar aturdido al ex de Nati. Y en aquel momento, la máscara de hombre que actuaba de forma excesivamente afectada desapareció y lo que surgió de allí fue el Rey Negro.

—Vuelve a levantar la mano contra mí, o cualquier miembro de esta casa, y me aseguraré de que te arrepientas de ello.

—¡Te denunciaré!

—Inténtalo. Aunque será un poco complejo con las pruebas en tu contra.

El tipo miró a Alex, y ella le saludó con la mano mientras todavía grababa. Le vio que intentaba lanzarse por encima de la mesa para agarrar su móvil, pero ella se apartó rápidamente y, al mismo tiempo, Sorin le agarró del cuello de la camisa y del cinturón, levantándolo como si fuera un fardo.

—Disculpe, ¿podría abrir la puerta, por favor? Parece que este invitado se marcha ya.

Su madre se levantó a toda velocidad y salió corriendo delante de Sorin, que iba cargado con el ex de Nati a cuestas sin mayor problema. Los padres de aquel individuo estaban inmóviles y pálidos. Alex dejó de grabar, y se giró hacia ellos.

—Bueno, ¿se van a quedar aquí, o tiene mi amigo que sacarles como ha hecho con su hijo?

La pareja se levantó a toda velocidad y salió corriendo, recogiendo sus cosas a toda prisa y marchandose, casi llevándose por delante a Sorin que volvía de su sagrada misión.

Hubo un momento de incomodidad, mientras la familia volvía a una situación de supuesta paz. Al menos, la tensión en el aire era mucho menor ahora que el abusón del ex de Nati había sido expulsado de la casa. Todos parecían especialmente satisfechos. Su padre, de hecho, estaba tan hablador que decidió entablar conversación con el recién llegado, incluso si apenas acababa de conocerle o de oír hablar de él.

—Y bueno, ¿cómo os conocisteis Ale y tú?

—Ah, tenemos amigos en común, unas bellísimas personas, seguro que los conoce.

—Oh, ya veo, ya veo. Oye, ¿seguro que no quieres comer algo? Tenemos de sobra, ¿eh?

—Oye, Ale, niña… ¿En serio tu amigo es… gay?— le preguntó de pronto su tía.

—Uhm, ¿no?— vio cómo su tía soltaba un suspiro de alivio y tuvo que contener una sonrisa maligna al pronunciar las siguientes palabras—. Es bi.

—¡Eso es aún peor!

Alex puso los ojos en blanco porque, en serio, ¿de verdad querían meterse con el tipo que había expulsado a otro de la casa? De verdad que la gente cuando era tonta…

—Es que os juntáis con malas compañías, por eso pasa esto. Con lo majo que es Nacho, y mira lo que le ha hecho.

—¿Espera, que Nacho es majo? Es decir, abusa de tu sobrina, la insulta, la pega, ¿y es majo? ¿Os funciona mal la cabeza o algo?

—¡Esa no es forma de hablar! Además, un hombre tiene derecho a pegar a su mujer si esta se porta mal, ¿no crees?

Hubo un largo silencio, y entonces su padre se volvió hacia Sorin.

—Y oye, ¿podrías repetir lo que has hecho antes? ¿Lo de llevar a alguien como si fuera una saca?

—¡No te atreverás a echar a la mujer de tu hermano!

—Bueno, ¿por qué no? Tal y como hablas, parece más que seáis los tíos de ese tipejo que de mis hijos. Si tan bien os cae, podéis ir a pasar la Nochebuena con ellos a partir de ahora mismo.

—¿Cómo te atreves?

—Me atrevo porque es mi casa. Llevo casi una década aguantando esta mierda todo por no quedar mal con la única familia que me queda, solo para que me traicionéis a las primeras de cambio y le digáis a mis hijos lo que pueden o no pueden hacer. Son mayores de edad, ¿sabéis? No son unos inútiles como su padre.

Aquello dejó patidifusos a los tres hermanos, que miraron a su padre como si le hubiera crecido una segunda, e incluso una tercera cabeza. Siempre habían pensado que su padre estaba chapado a la antigua… demasiado a la antigua. Que se considerara un inútil con respecto a ellos era algo que no se les había pasado a ninguno por la cabeza. O al menos eso se podía deducir de sus miradas asombradas.

—¿Que mi Ale no tiene novio? ¿Qué más da? ¡Para lo que hay, mejor que no lo tenga! ¡Sólo de ver lo que le hacía a Nati ese desgraciado, se le quitarían las ganas a cualquiera!

—Ah, no, eso no funciona…

—Calla, Rodri, déjale acabar.

—¡Y he estado permitiendo durante años que esa gentuza entre en mi casa todas las malditas navidades, porque estábais vosotros aquí que no cagábais con él! ¿Qué pasa, que es vuestro hijo secreto o algo por el estilo?

—Eso sería un culebrón maravilloso.

—¡Mamá!

—¡Así que por una maldita vez, voy a hacer de padre! ¡Os quiero fuera de mi casa en cinco minutos, y no quiero volveros a ver nunca! ¿Me oís? ¡Y como os vea acercaros a mi familia, os denunciaré por acoso!

Alex tuvo que contener las ganas de levantarse y ovacionarle.




—De haber sabido que solo nos necesitaban a nosotros dos para darles la patada, me habría puesto en contacto contigo antes.

—Ah, ha sido un placer. ¿Cuenta como regalo de Navidad, entonces?

—Para la próxima década.

—¡Fantástico! Tal vez deba abrir un negocio de expulsar familiares pesados.

—Por favor, no lo hagas.

La noche había sido maravillosa después de la desaparición de los advenedizos. Habían acabado de cenar (y su madre había logrado que Sorin comiera parte de lo que había) y se habían tirado un largo rato charlando y jugando a las cartas. En general, la noche había sido lo que debía ser, apacible y armoniosa.

—Por cierto, ¿te importa si aparezco también el año que viene?

—¿Uh? ¿El año que viene? Pero no creo que vuelva a necesitar ayuda con esa gente…

—No, no es eso. Es simplemente que es bonito estar con gente que te aprecia.

—¿Eh? ¿Y por qué yo? ¿No te iría mejor con Eli y con César?

—Me encantaría… Pero no me gusta interrumpir a esos dos. Se ponen melosos, ¡y no dan a los demás nada!

Alex puso los ojos en blanco.

Pero bueno, estaba bien. No sabría si la siguiente Nochebuena sería tranquila y armoniosa otra vez, pero al menos tendrían a un guardián para espantar a los moscones. Y con estilo.

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