domingo, 21 de junio de 2020

52 Retos de Escritura (XXV): Ángel de la Guardia

Reto #25: Escribe un relato en el que uno de los personajes esté durmiendo todo el tiempo.


ÁNGEL DE LA GUARDIA


Sorin había preparado una entrada grandilocuente que estaba seguro que haría rabiar a la Reina Blanca, pero cuando abrió la puerta de golpe, dispuesto a saludar con un grito, Eloisa se giró hacia él con el rostro de alguien que estaba a punto de perpetrar un asesinato a sangre fría y le chistó. Las palabras que había planificado murieron en sus labios, y durante unos instantes quedó paralizado. Una cosa era pinchar a la humana, y otra enfurecerla. Y sabía muy bien cuándo estaba al borde de conseguir lo segundo. Así que mejor paraba mientras podía. Le gustaba su cabeza donde estaba, gracias. Cuando por fin dejó de recibir aquella mirada asesina, al girar ella la cabeza, se atrevió entonces a cerrar la puerta y a acercarse en silencio, preguntándose qué demonios estaba pasando.

No tardó en descubrir por qué. Tumbado en el sofá, hecho prácticamente una bola y dormido como un bebé, estaba César.

Llegó a la conclusión de que debía estar más que cansado. César no era un simple humano, no. Había sido un caballero de la Reina Blanca antes incluso de que Eloisa adquiriera ese título, y lo era porque en algún punto de su corta existencia había creído algo con tanta fuerza que ese algo le había bendecido y le había dado una espada sagrada. Sorin no estaba seguro de qué era en lo que César creía, sólo que le convertía en un caballero sagrado en toda la literalidad de la dichosa expresión. Y al parecer eso significaba que tenía el sueño ligero, un oído finísimo y una cierta tendencia hacia la paranoia. En pocas palabras, lo normal habría sido que, en cuanto hubiera sonado el telefonillo, el buen hombre habría estado en pie, con los ojos como platos y dispuesto a destruir a quienquiera que estuviera amenazando a su Reina. Así que una de dos: o no le consideraba suficiente amenaza como para siquiera molestarse en despertarse, o estaba muerto del cansancio. Lo peor era que no estaba seguro de cual de las dos opciones era la correcta.

Se giró hacia Eloisa, y antes siquiera de que pudiera preguntarle, ya le estaba dando una respuesta.

—Se ha tirado despierto dos días y medio.

—¿Dos días y medio? ¿Qué demonios le has mandado hacer?

—¡Nada! ¡Le he dicho que no pasaba nada!

—¿Que no pasaba…? Espera, ¿qué es lo que ocurre?

—No ocurre nada.

Sorin tomó aire. Se preguntó si lo que estaba sintiendo en ese momento, una ligera exasperación ante un comportamiento que no le gustaba en absoluto a pesar de que no hacía daño a nadie (bueno, a nadie salvo a la persona que lo cometía), era lo que ella sentía cada vez que le pinchaba. En aquel momento habría querido darle una colleja, porque la conocía desde que era una cría aferrada a su abuela y sabía que a veces, sin consideraba que estaba causándole problemas a los demás, intentaría llevar algo ella sola. Aunque ese algo fuese imposible de realizar o incluso la pusiera en peligro. Era maravillosa y la amaba, pero en serio, a veces tenía que revisar sus capacidades.

—Eloisa, no me vengas con esas— replicó, haciendo caso omiso de la vocecilla interior que le llamaba hipócrita—. ¿Qué demonios está ocurriendo que tu príncipe está dispuesto a arriesgar su vida por no dormir?

La vio dudar durante unos instantes. Luego suspiró.

—Alguien ha… enviado un espíritu vengativo contra mí.

El Rey Negro parpadeó. Miró largamente a Eloisa, y luego se echó a reír.

—¡No le veo la gracia!— exclamó ella.

—¡Pero es que es gracioso! ¿A quién demonios le has causado problemas que pueda querer vengarse de ti?

—Bueno, está la idiota que me largó la prueba que tenía que hacer para la guardiana de la Isla de las Manzanas…

—Como que iba a poder siquiera pestañear después de eso— se burló él—. Además, ese resquemor es insuficiente, y esperaría más de una aos sí, sinceramente. Un espíritu vengativo no es algo que se pueda invocar a la ligera.

—¿Crees que no lo sé? Las únicas personas en las que puedo pensar son ella y Vasily, y Vasily es…

—¿Qué? ¿Demasiado pagado de sí mismo como para poner en riesgo su maravilloso cuerpo inmortal que tanto le ha costado conseguir?

—“Pagado de sí mismo” no es la expresión que usaría, pero sí. No pondría en riesgo su inmortalidad por mí.

Aunque sin duda tenía motivos para odiarles a los dos… Sentimiento que por otro lado era recíproco. Pero era cierto que no esperarían eso de aquel tipejo, por no hablar de que debía estar muy preocupado intentando encontrar una forma de salir del último hoyo al que le habían enviado.

—¿Y quién demonios puede odiarte tanto que sacrificaría su vida para asesinarte?

—¿No tengo ni idea? Alguien que sabe de magia, eso desde luego, si es capaz de que la invocación funcione bien.

—¿Qué ha sido del espíritu, de todas maneras?

—Ah, bueno, César lo reventó hace un par de horas. Por eso le he dicho que se vaya a dormir.

—¿Lo has tenido despierto tanto tiempo?

—¿De qué estás hablando? Le he pedido a Alex y Orsino que hicieran turnos con él, pero ha insistido en estar despierto.

—¿Orsino?

—El nuevo. Una de las razones por las que nos hemos puesto en contacto con la Corte Blanca de Trieste— se le quedó mirando durante unos instantes antes de decir—. Te aviso de entrada, tiene mujer e hijos.

—¿Tan desesperado te parezco?

—Tío, te liaste con Vasily.

No dijo nada, a pesar de que podría discutirle que entonces nadie, ni siquiera la abuela de Eloisa, había sabido que tipo de personaje era Vasily, ni lo que estaba dispuesto a hacer para conseguir lo que buscaba. Pero tampoco podía negar que había estado ciego a la personalidad de aquel tipo, ni el daño que le había hecho, ni lo difícil que estaba siendo recuperarse de ello, a pesar de que habían pasado ya bastantes años. Y tampoco estaba para comenzar a hablar de sus sentimientos con ella. Aunque, si era sincero, no había pensado en ningún momento en intentar ver si podía liarse con el nuevo caballero de la Reina Blanca. Quería decir, ni siquiera le había visto, para ver si le interesaba necesitaba al menos una descripción.

—En cualquiera de los casos, ¿me estás diciendo que César está así por voluntad propia?

—¿Tú crees de veras que querría obligar a mi novio a pasarlo mal cuando tengo a más gente dispuesta a hacer el trabajo?

—No, no lo creo. Lo cual quiere decir que le echaré la bronca a él cuando se despierte. Está muy bien proteger a la reina, pero se supone que tiene que sobrevivir para recibir su maravilloso premio, ¿no es así?

Y puso morritos, haciendo un sonido de besuqueo que hizo que Eloisa pusiera los ojos en blanco.

—Bueno, ¿y tú a qué has venido, para empezar? Que yo sepa, no hay ningún problema entre las dos Cortes que tenga que ser solucionado por nosotros. No de momento.

Ah, cierto, la razón por la que había venido.

—Bueno, no es realmente un problema en sí. Es algo… viejo.

—¿Cómo de viejo?

—¿Unos trescientos años?

—Viejo es quedarse corto, Sorin.

Se encogió de hombros. Estaba claro que, teniendo en cuenta lo que llevaban vivos ambos, tendrían diferencias sobre que se definía como “viejo”. De todas formas, eso era lo de menos.

—Lo que importa es que se trata de que la Corte Blanca tiene algo que debe devolverle a la Corte Negra por contrato. Que vence a finales de este año. Supongo que es un poco pronto, pero teniendo en cuenta la edad del mismo…

—Vienes a avisarme porque seguramente estará perdido y…

Eloisa se detuvo a media frase, poniéndose en pie y llevando su mano hacia algo que estaba en el suelo, entre sus pies y el sillón. No le extrañó que se pusiera en guardia, de hecho él también se puso en pie mientras se preparaba para combatir. Era un tanto difícil no sentirse amenazado cuando la casa se llenaba de magia al tiempo que alguien rasgaba el espacio y el tiempo para alcanzar aquel lugar. Tenía que admitirles que tenían valor, viendo cómo abrían un portal mágico en las narices de los dos Reyes.

A través de aquella rasgadura que parecía absorber la luz, una mano larga, arrugada, como de momia, se alargó intentando atrapar a su víctima. Y de pronto a Sorin se le ocurrió un pensamiento terrible. Que el fantasma vengativo no era por Eloisa, o siquiera por Ruth. Que el que había enviado al espíritu odiaba no a una persona, sino a un título: el de Rey Blanco. Que aquella amenaza era anciana, hasta el punto de que él mismo no sabía si podría derrotarla, o siquiera si podría de verdad frenarla. El brazo momificado comenzó a moverse sin oposición…

Y de pronto hubo un haz de luz, y el brazo rodó por el suelo antes de deshacerse en volutas de humo. Alguien gritó de dolor al otro lado de la grieta, pero el grito se cortó cuando otro haz de luz realizó un arco, cortando a la mitad aquella entrada. Era… como una espada cortando papel.

—¿César?

Mientras la magia que había permeado el ambiente se disipaba, y la grieta se desvanecía en el aire, Sorin solo pudo mirar el cuerpo erguido de César, empuñando su espada sagrada. En aquellos momentos, más que metal, parecía estar hecha de luz. Pero lo más impactante no era eso. Lo que el Rey Negro estaba tardando en procesar era el hecho de que el otro hombre… seguía dormido.

Aquella pausa de apenas un par de segundos pareció alargarse durante horas, antes de que la espada desapareciera y César comenzara a derrumbarse. Con una exclamación de alarma, tanto él como Eloisa se arrojaron para sostenerle. Casi perdió el resuello cuando aquel bloque de hormigón armado le cayó encima.

—Niña, tu príncipe pesa como un muerto.

—Bueno, ahora mismo es un peso muerto, ¿no te fastidia? Ayúdame a llevarlo al sofá.

Se las apañaron para volver a tumbarle en el sitio en el que había estado acostado, antes de acabar derrumbados en el suelo. Para todo lo delgado que parecía, setenta y pico kilos de puro músculo eran demasiado peso para un par de tirillas como ellos. Y ni siquiera había dado muestras de despertarse en ningún momento. Que no es que fuera a importar, visto lo que había ocurrido.

—¿Para qué demonios se ha tirado levantado dos días y medio, si hasta dormido te corta en rodajas?

—Porque a veces tiene la cabeza más dura que una piedra.

—¿Necesitas siquiera a Alex?

—Ella no llega a ese nivel de cabezonería.

—Tomo nota.

A veces tenía que recordarse que César era humano. Que no era una especie de ángel de la guardia muy educado hasta el momento en el que tocabas a la persona bajo su protección, momento en el cual pasaba a ser eficientemente violento.

—¿Sabes todo eso que suelo decir sobre que voy a hacer de villano secuestrador de princesas para tu príncipe? Olvídalo. Ni loco me juego el cuello de esta manera.

Eloisa simplemente le dio la razón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario