lunes, 21 de marzo de 2016

Bast y Sekhmet, o por qué la mitología egipcia es una pesadilla.

Este mes había pensado, con motivo de la Semana Santa, hablar un poco del tema sobre cómo se seleccionan las fechas, o la importancia que tiene. Pero como últimamente no hago más que recibir mensajes de ateos que están logrando entrar en el mismo puesto que los testigos de Jehová en mi ranking de “pesados que no dejan de darme por saco”, y no es cuestión, pues he decidido hablar de algo menos actual, mucho menos conocido y más agradable. Hoy voy a dedicar mi artículo a ese caos primordial que es la mitología egipcia, y a dos diosas en particular: Bast y Sekhmet.

Estatua de Wadjet-Bast. Para cuando lleguemos a este punto vais a estar llorando SANGRE.


Para aquellos que necesiten una introducción básica, por aquello de no haber salido de los dioses “básicos” egipcios (Amon-Ra, Isis, Osiris, Horus, Set y Anubis si me apuráis), Bast o Bastet es la diosa con cabeza de gato dedicada a la protección, la danza, la música, la familia, el amor y los perfumes, mientras que Sekhmet es la diosa con cabeza de leona dedicada a la guerra, el fuego, la danza, el amor y la medicina. Ya solo viendo lo que cubre cada una, y en concreto Sekhmet, os puede dar una idea de los contradictorias que pueden ser las deidades egipcias. Pero la cosa toma un nuevo nivel cuando se descubre que estas versiones son las más modernas antes de que los griegos empezaran a malmeter. Y antes de eso, ambas diosas habían tenido un largo camino que las cambió mucho más de lo que uno pensaría.



Busto de Sekhmet, Kelvingrove Art Gallery and Museum, Glasgow.
Bast y Sekhmet son de las deidades más antiguas del Antiguo Egipto. Bast, de hecho, ya existía durante la Segunda Dinastía, allá por el 2890 A.C.. Para que os hagáis idea de lo temprano que es esto, por esa época empezó el Periodo Protodinástico I de Sumeria. Se cree que Gilgamesh, el supuesto primer héroe del que jamás se haya escrito, y que aquellos que hayan visto Fate/Stay Night conocerán, vivió en el Periodo Protodinástico II, que se inició unos cien años después. Sin embargo, la Bast de entonces era muy distinta de la Bastet que la mayoría conoce. Por aquel entonces, Egipto estaba dividido en dos regiones distintas, conocidas como el Alto Egipto y el Bajo Egipto. El primero comprendía desde las cataratas del Nilo hasta una zona entre las actuales Dashur y El-Ayait, mientras que el segundo partía desde esta zona hasta alcanzar el delta del Nilo. Cada una de estas diosas pertenecía a uno de los dos panteones: Sekhmet al Alto Egipto y Bast al Bajo Egipto. El problema era que bien podrían haber sido dos versiones distintas de la misma diosa, puesto que ambas eran diosas de la guerra, y Bast no lucía la cabeza de gato por la que es conocida, sino una cabeza de leona igual a la de Sekhmet. La elección no es casual; los antiguos egipcios veían a las leonas como los más fieros cazadores entre los animales, cazando en grupos cooperativos, lo que les llevó a relacionarlas con la guerra y la protección.

El panteón egipcio sufrió una especie de terremoto con el cambio de la capital a Tebas durante la Decimoctava Dinastía. El terremoto en concreto fue la elevación del dios Amon y su fusión con el dios del sol Ra, convirtiéndole en el más que conocido Amon-Ra, el dios creador. Aquello hizo que los sacerdotes se lanzaran a hacer una limpia del panteón, fusionando deidades parecidas en una sola. Sin embargo, debido a la enorme importancia que ambas diosas tenían en los ritos regionales, Bast y Sekhmet se mantuvieron como dos deidades separadas, pero se vieron obligados a distinguirlas en sus rasgos. Sekhmet, la diosa del Alto Egipto, retuvo tanto su cabeza de leona como su control sobre la guerra, mientras que Bast perdió importancia. El nombre de Bastet aparece en estos momentos; según los egiptólogos, se intentaba remarcar su género femenino, ya que en el nombre original, Bastt, la segunda t que señalaba el género no se pronunciaba.



Estatuilla de Bastet. Museo Arqueológico Nacional, Madrid.
Se estima que durante la Vigesimo Segunda Dinastía Bastet adquirió su cabeza de gato y se convirtió en la diosa de los gatos. Aunque esto pueda parecer una tontería, le hizo adquirir una gran importancia. Para los egipcios, los gatos eran una parte vital de su día a día, ya que se encargaban de eliminar a los ratones e incluso a las serpientes, incluidas las cobras. Tal era la importancia de estos animales, que muchos la comparan a la importancia que en India se les da a las vacas. A su vez, dado que los egipcios observaban el cariño de las gatas hacia sus cachorros, les hizo pensar en Bastet como una diosa familiar y buena madre, hasta el punto de que las jóvenes egipcias solían llevar adornos con la figura de Bastet con tantos gatitos a su alrededor como hijos querían tener ellas. En este papel, y en el de protectora del Bajo Egipto, Bastet se vio fusionada con la antigua diosa Wadjet, la diosa cobra que representaba al Bajo Egipto y que, pegada a un disco solar, representaba al “Ojo de Ra”. De esta “unión” nació Wadjet-Bast.

Pero Sekhmet tampoco se libró de esta larga y extraña evolución, porque allí donde Bastet se había unido a Wadjet, Sekhmet se vio, como protectora del Alto Egipto, fusionada con la diosa Nekhbet, la antigua diosa en forma de buitre blanco que representaba al Alto Egipto, dando lugar a Sekhmet-Nekbhet. Para acabar de liar las cosas, tiempo después Wadjet-Bast se vio asociada a la diosa Mut, diosa creadora y esposa de Amon-Ra. El trío Mut-Wadjet-Bast acabó absorbiendo también al par Sekhmet-Nekbhet, creando una confusión del carajo antes incluso de que entraran los griegos a liarla aún más con el panteón.

¿Y por qué digo que los griegos la acabaron liando? Me basta con poner el ejemplo de Bast.

Para los egipcios, Bast era una diosa solar, nacida de Ra e Isis. Esto la convertía en hermana de Horus y Hathor, entre otros muchos. Cuando comenzaron las fusiones de deidades, Bast acabó como uno de los tropocientos aspectos de Mut, Hathor se convirtió en un aspecto de Isis, y Horus acabó fusionado con Amon-Ra. Cuando los griegos llegaron, en lugar de tener en cuenta la idiosincrasia de las creencias de los antiguos egipcios, comenzaron a establecer paralelismos entre estos dioses y los suyos. Con Horus lo tuvieron fácil, al estar fusionado con Amon-Ra se había convertido en un aspecto del dios del sol y por tanto era “paralelo” a Apolo. Pero cuando llegaron a Bast, solo se fijaron en el hecho de que era la hermana de Horus, sin darse cuenta de que en ese momento era un ASPECTO de la MUJER de Amon-Ra, y la compararon a Artemisa, convirtiéndola en una diosa lunar, algo que nunca había sido. Para colmo de desgracias, cogieron el título de Dama del Sistrum (el sistrum era un instrumento de percusión, por si debéis saberlo) que pertenecía a Hathor y se lo plantaron a Bastet alegremente.



Relieve de Sekhmet, templo de Kom Ombo
Sekhmet, por su parte, se libró de la quema por algún extraño milagro.

Bast y Sekhmet eran consideradas junto con Hathor, Wadjet y Mut como “ojos de Ra”, instrumentos de la venganza de este dios. En el caso de Bast, su papel más conocido es por la decapitación de Apophis, y como defensora de Ra junto con Set contra esta serpiente que es el dios del caos. Sí, Set, el del mito de Osiris. Ya os he dicho que esta mitología es una locura. En cuanto a Sekhmet, la historia cuenta que cuando Ra creía que los humanos estaban conspirando contra él, envió al Ojo de Ra a poner los puntos sobre las íes. De este mito existen dos versiones: la primera de ellas habla de que Ra mandó a Hathor hacer el trabajo. Sekhmet pretendía acabar el trabajo que había comenzado su hermana, pero encontró lo que parecía ser sangre y al beberla se emborrachó, porque en realidad era cerveza roja. La segunda es que fue Sekhmet la que fue a aniquilar a los conspiradores, pero su sed de sangre era tal que por poco no destruye a toda la humanidad. Alarmado, Ra mezcló cerveza con arcilla roja para que la confundiera con sangre. Sekhmet se emborrachó y volvió con Ra un tanto más tranquila.

En un juego de ironía, Sekhmet estaba casada con Ptah, el dios de los artesanos y arquitectos, y otro dios creador. Bast, por su lado, acabó emparejada durante una temporada con Anubis, el dios del embalsamamiento, por aquello de ser la diosa de los perfumes. Esto no duró demasiado. En algunas versiones, está incluso casada con Ptah. Nada que comentar, dados los convulsos árboles familiares de los faraones egipcios.

Si después de todo este follón seguís teniendo claro quién es quién, quién era quién, y por donde pillar a estas dos diosas, ¡felicidades! Habéis tenido vuestra primera experiencia exitosa de averiguar qué demonios es lo que se traían los antiguos egipcios con su religión. Si no, no os preocupéis. Solo aseguraros de no hacer caso a absolutamente nada de lo que pongan los estadounidenses en sus películas si no queréis ver a una friki de la mitología en forma Ojo de Ra.

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