sábado, 6 de noviembre de 2021

Lucifer, o cómo los cristianos antiguos confundieron la velocidad con el tocino.

No hace mucho, terminé con mi serie sobre deidades incomprendidas, y en ella vimos cómo en ocasiones algunas de estas deidades eran “secuestradas” por los judíos y los cristianos para convertirlas en los demonios que ahora se usan en obras de todo el mundo. Por seguir con esta temática, y porque hablar de mitología cristiana me hace muchísima gracia, hoy os voy a hablar del supuesto Ángel Caído, Lucifer.

 

Si alguien se leyó mi último post en Gilimemeces Interneteras, recordará que cuando hablaba de la luciferina y la luciferasa, las enzimas bioluminiscentes que se pueden encontrar en el cuerpo de las luciérnagas, aticé a alguien con la biblia familiar diciendo que Lucifer era una malinterpretación de un pasaje de Isaías, y que la palabra era el nombre latino de Venus. Esto es cierto. El problema está en que es un resumen muy, muy escueto de lo que hay de por medio. Así que voy a intentar explicar todo esto de forma un tanto más extendida.

En toda religión que se precie hay algún ente que podría ser considerado como la personificación del mal/la destrucción. Entre los egipcios tenemos a Apep, en los griegos serían Tifón, Echidna y todas las criaturas que ambos engendraron, en los celtas tenemos a los Fomori… y en algunos casos, ese mal está presente pero no tiene realmente un nombre. En los cristianos, la idea básica del mal es “el Demonio”. Y mira, podría ahora ponerme a rajar sobre el Demonio, Satán, los dragones y toda esa flauta, pero es meterse en camisa de once varas nada más empezar, así que lo dejaré para más adelante, si no os importa.

Es más, si cogiéramos una biblia y la leyéramos de cabo a rabo, no encontraríamos una sola mención a Lucifer. Esto se debe, sobre todo, a que en las biblias modernas se han traducido de forma más acertada y, sobre todo, que no están en latín. Sería posible que si la biblia estuviera en latín apareciera una (1) mención a Lucifer. Y es aquí cuando hablamos de Isaías 14:12.

El Libro de Isaías es uno de los libros conocidos como “proféticos”, o lo que es lo mismo, la última sección den Antiguo Testamento. Este libro es tenido como uno de los más importantes tanto para la tradición hebrea como para la cristiana, y ha sido estudiado e interpretado del derecho y del revés desde hace siglos. El propio Isaías es al parecer un personaje real que vivió a finales del siglo VIII y principios del VII a. C.. En cuanto al libro en sí, hay discusiones sobre su autoría. Algunos dicen que todo el libro fue escrito por Isaías, mientras que otros piensan que solo lo es hasta el capítulo 39, mientras que la otra mitad aproximada se escribió unos dos siglos después. Esto supongo que es lo de menos, porque a fin de cuentas el capítulo que nos ocupa es el 14, que sería de los que se supone que escribió este hombre. Pero creo que será suficiente para hacernos una idea de que se le han dado vueltas a sus frases en todas las direcciones posibles.

El versículo Isaías 14:12 aparece más o menos así: “¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora, echado por tierra el dominador de las naciones?”. Puede que haya variaciones, porque dependerá de la traducción de la que salga esto, pero creo que sirve bastante bien a este propósito. En concreto, deberíamos fijarnos en la expresión “lucero brillante, hijo de la aurora”. En el original hebreo, la expresión que se usa es Helel ben Shachar. ¿Qué tiene de importante esto con lo que nos ocupa? Pues es muy simple: es el nombre que los judios le daban a Venus, el lucero del alba. Y además es un apelativo que tiene toda la intencionalidad del mundo, pero esa explicación tendrá que esperar un rato, si no os importa. Fijémonos en la temática de Venus.

Cuando el Libro de Isaías se tradujo al griego, Helel ben Shachar se transformó en Heosphoros, y de ahí al latín pasó a ser Lucifer. ¿Y qué tienen en común estas palabras? Que son todas el nombre que recibía Venus como la estrella del alba en las respectivas culturas. Hasta aquí todo fácil y sencillo, ¿verdad? Pero si es tan fácil, ¿cómo demonios acabó el nombre de Lucifer como el del demonio principal cristiano? ¿Y de dónde sale la historia del ángel caído? Pues mira, de la segunda no soy capaz de hablarte, aunque al parecer se habla de que la idea salió del judaísmo palestino allá por el siglo I d. C., pero de la primera puedo contestar con una frase: alguien sacó esa mierda de contexto.

Fuente del Ángel Caído
El contexto en la Biblia es primordial, y lo digo con conocimiento de causa. Ya he tenido movidas con algún evangelista porque se emperran en sacarte versículos sueltos del dichoso libro sin venir a cuento y que la mitad de las veces no tienen nada que ver con el tema del que se estuviera discutiendo. Y aquí es aún más importante porque la gente cogió este versículo y los siguientes, que forman un pequeño párrafo, y los interpretó sin tener en cuenta los anteriores versículos. ¿Y por qué eran importantes estos versículos? Pues porque desde el principio del capítulo, Isaías habla de la caída de UN REY BABILONIO. Cuando habla de Venus/Lucifer/Helel, está siendo lírico, porque la caída de Venus, con Venus representando alguna deidad, formaba parte de algunas leyendas canaanitas, y estaba también muy presente en las tradiciones judías. Así que cuando hablaba de la caída y el orgullo desmedidos, no los decía de nadie más que de un hombre, nadie está seguro cual (aunque hay unas cuantas teorías al respecto).

Al parecer, una de las cosas que ayuda en gran parte a esta historia del “ángel caído” es un versículo que aparece en el Evangelio de San Lucas. En concreto, se trataría del 10:18, donde se lee “Y Él les dijo: Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo”. Esto es al parecer poético, porque el contexto en este caso es que Jesús ha mandado a setenta y dos de sus seguidores a curar a la gente, y estos vuelven fascinados y super contentos porque hasta los demonios se acojonaban. La frase en concreto es una admonición sobre que Jesús les ha dado el poder para hacer eso, pero de lo que tienen que alegrarse no es de lo de expulsar a los demonios, sino de que ellos van a ir al cielo. Tened aquí cuidado, porque esta escena sólo aparece en el evangelio de san Lucas, así que podría o bien provenir de una de las dos “fuentes misteriosas” que fueron la bases del evangelio junto con el de san Marcos (que es el más antiguo de todos, al parecer), o bien que se lo hubiera sacado de la manga.

Supongo que este sí es un buen momento para hablar de Satán/Satanás. Y vamos a ver, aquí viene la parte divertida de la historia: en hebreo, hay que distinguir dos conceptos: satan y ha satan. El primero va sin artículo, y se puede traducir como adversario o acusador. En este caso, esta palabra puede considerar a un adversario mortal o, en ocasiones, a un ángel de Yahveh que se opone a un humano (como ocurre en Números, 2 Samuel o 1 Crónicas). Que bueno, no llegaría a más realmente de no ser por la existencia de ha satan. Aquí es cuando empezamos a reírnos, chicos.

Balaam y el ángel. El ángel aquí es "satan", aunque el "malo" es Balaam

Porque aquí estamos hablando de que esto define no a un adversario random, sino a “El acusador” o “El adversario”. Este es el personaje que aparece en el Libro de Job, o en el libro de Zacarías, y es la principal causa de dolor de cabeza de este tema. Para empezar, vamos a tener en cuenta que ambos libros forman parte de el Tanakh, uno de los libros sagrados judíos, y que el Libro de Job es incluso discutido en el Talmud. Es decir, no pueden negar que hay un personaje específico en ese punto llamado El Acusador. Pero el tema está en que, como todo en los libros sagrados, esto es interpretable, y esta gente ha tenido unos cuantos milenios para interpretar esto como les conviniera dados los tiempos y las circunstancias. Incluso ahora mismo, la interpretación de ha satan varía entre las distintas corrientes del judaísmo.

Las interpretaciones principales son tres: ha satan como un agente de Yahveh (en un papel como el que aparece en el texto de Zacarías, actuando como fiscal en un juicio divino), como el adversario directo de Yahveh, o como una personificación de lo que los judíos llaman yetzer hara, que podría traducirse como “intención maligna”, una tendencia congénita hacia el mal (algo así como el pecado original de los cristianos). El Judaísmo Conservador, por ejemplo, lo considera como la primera interpretación, mientras que el Rabínico opta por la segunda, que nació a causa de la influencia del Zoroastrismo durante el conocido como Periodo del Segundo Templo. En aquella época, los judíos formaban parte del Imperio aqueménida (los persas, vamos), por lo que no es extraño que se diera esta circunstancia. La tercera, que comenzó a ganar poder desde el Judaísmo medieval, es la interpretación del Judaísmo Reformista.

Como habéis podido ver, la aparición de Satán como el adversario de Dios viene de antiguo, y explica en bastante medida que el cristianismo le convirtiera en la figura representante de todo el mal del mundo, a lo Angra Mainyu. Pero aquí está la gracia: ha satan NO es un ángel caído. Los judíos técnicamente no creen en la existencia de ángeles caídos. Digo técnicamente porque aunque el Libro de Enoch no es canon en el Tanakh, era lo bastante popular en su momento como para que haya una mención en el Libro de Job, aunque para nosotros pase desapercibida por completo. Cosas de traducir “nephilim” como “gigantes”. Pero a pesar de este detalle, lo que queda claro es que Lucifer y su preciosa rebelión y posterior caída a los infiernos es cosa de los cristianos.

La asociación de Lucifer como nombre de Satán antes de su caída (que es como se inició toda esta movida que tenemos con los nombres del demonio) es bastante temprana, y probablemente tenga que ver con el hecho de que algunos poetas romanos (incluido Ovidio) convirtieron a Lucifer en un personaje divino, como hijo de la Aurora. Ojo que esto es un tema de los poetas, los romanos no creían en Lucifer ni tenían ningún mito que le incluyera. Pero recordemos también que los cristianos originales eran muy de secuestrar cosas de otras culturas, especialmente la romana que era la que tenían más a mano, así que era probable que alguien mezclara churras con merinas. Ocurre más a menudo de lo que parece. Mis artículos sobre el mito artúrico deberían ser una buena demostración de esto.

En cuanto a las chorrocientas formas que toma ahora Lucifer (como Satán, como algo separado de Satán, como un enviado del verdadero Dios en contra del Demiurgo, etc.), pues qué queréis que os diga… No puedes tener una figura como esta en el imaginario colectivo de un altísimo porcentaje de la población y esperar que la cosa no se desvíe hacia temas insospechados. Ha estado ahí durante la mayor parte de los últimos dos mil años, lo raro sería que no cambiara dependiendo de a quién se le ocurriera qué y lo popular que fuera ese qué, para empezar.

Lucifer según DC Comics
 

Así que aquí lo tenéis, una demostración más de que la gente interpreta lo que quiere cuando lee, algo que es muy común en lo que respecta a la Biblia. Todo mezclado con traducciones de las traducciones y los consiguientes problemas que ello conlleva. Y en general, esto demuestra que ponerse radical en lo que respecta a creencias de este tipo es completamente absurdo, porque han llegado hasta nosotros a través del tiempo cambiadas, retorcidas incluso. Y nada de cargarle a la estrella del alba con los crímenes de un tío que por todo lo que sabemos, es el carcelero de Dios, ¿capicci?

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