martes, 4 de mayo de 2021

Deidades Incomprendidas, Capítulo 7: Hadad

Y aquí estoy de nuevo, trayendo un artículo sobre divinidades maltratadas por distintas razones. Como ya dije en el anterior artículo, iba a meterme con el desastre con patas que son los dioses semíticos. En la anterior ocasión vimos a uno que había logrado escapar de la quema hasta que un loco clasista y xenófobo decidió hacer lo que se hacía en aquella época y pervertir las creencias antiguas de un lugar que ni le iba ni le venía (y luego a mí me acusan de apropiación cultural, ja). En este episodio vamos a ver que tal vez fue uno de los más afortunados. Hoy vengo a hablaros de una deidad mesopotámica que acabó convertida en el demonio Beelzebub, y de las volteretas mentales que la humanidad ha dado para llegar hasta ese punto. Hoy, hablamos de Hadad.

 
Hadad, o Adad, es una deidad que surgió en el norte de Babilonia, y que se extendió por toda esta civilización con la Primera Dinastía Babilónica. Se sabe que existió durante la época de Sumeria, pero por aquel entonces era una deidad menor, supuestamente porque las lluvias eran raras para los sumerios, y también porque no era el único dios que tenía los atributos de “dios de las tormentas”, teniendo que compartirlos con Enlil y Ninurta, dioses de los que aparecía muchas veces como compañero. Pero acabó ganando mucha prominencia y siendo adorado por los acadios y los babilonios, hasta convertirse en una de las deidades principales de la religión. En el trayecto, ganó varios nombres, entre los cuales los más importantes eran Rammanu e Iškur.

Cuenta la leyenda que cuando Enki (dios del agua, el conocimiento, la artesanía y la creación) distribuyó los destinos de los dioses (larguísima historia en la que no me quiero meter ahora, si os apetece que lo haga, dejad un comentario por ahí abajo), cuando llegó a Iškur, le nombró “inspector del cosmos”. En una de las letanías, se dice de él “gran toro radiante, tu nombre es cielo”, y tal vez por esta razón los toros eran un animal sagrado dedicado a él. En cuanto a sus relaciones familiares, son un caos maravilloso: en algunos textos se dice que es hijo de Anu, el cielo, y hermano gemelo de Enki. En otros, es hijo de Nanna, dios de la luna, y Ningal, diosa de los juncos, y hermano de Shamash (dios del sol y la justicia) y de Ishtar (diosa del amor, la belleza, el sexo y la guerra). Lo que sí parece firme es su mujer y su descendencia: la primera es Shala, diosa del grano, y en el caso del segundo es Gibil, dios del fuego.

Hadad presentaba dos aspectos. Por un lado era dador de vida, puesto que era quien enviaba la lluvia a su debido tiempo para regar los cultivos. Por el otro, las tormentas que enviaba traían la destrucción y el caos. Debido a su control sobre la lluvia y las tormentas, tenía una fuerte asociación con Shamash. Ambos dioses eran además considerados las principales deidades a las que dirigirse a la hora de solicitar un oráculo. Y no era que eligieran a uno u a otro, no, les pedían el favor a los dos al mismo tiempo. Entre los epítetos que recibían en estos casos, hay uno específico que llama la atención: bele biri, señores del augurio.

¿Y por qué esto es importante? Bueno, es importante por la palabra bele, “señores”. Aunque en los tiempos de Mesopotamia quien usaba Bel (”señor”) como epíteto por sí solo era Marduk, más adelante sería habitual que esa palabra se usara delante de los nombre de los otros dioses masculinos.

Y es entonces cuando pasamos a los ugaritas, un pueblo que vivía en una ciudad portuaria en la costa de lo que ahora es Siria. No voy a meterme demasiado con quienes eran esta gente o qué fue lo que pasó con ellos, pero sí puedo deciros que, cuando la ciudad de Ugarit (en la actual Ras Shamra) se descubrió, junto con ella se encontraron un número bastante importante de textos. Entre estos textos se encuentra el Ciclo de Baal, donde encontramos por primera vez a Hadad referido como Baal/Ba’al. Este último nombre parece ser una deformación del “bel” mesopotámico. Se piensa que Hadad alcanzó tal importancia y se le consideraba tan divino que la gente no usaba su nombre directamente, y se referían a él como “señor”.

Muchas partes del Ciclo de Baal han quedado destrozadas, por lo que la historia que cuenta no está completa, como es de esperarse. Por ejemplo, la primera parte del relato que explicaba por qué Hadad estaba a la greña con el dios del mar Yam no queda muy clara. La parte legible comienza con El (básicamente, el dios ultrapino del que nadie menciona el nombre y que gobierna sobre todo y todos, El literalmente significa “dios”) ordenando al artesano de los dioses, Kothar-wa-Kasis, que le construya un palacio a Yam. Esto hace que la diosa Athtar (el equivalente a Ishtar) se sienta amenazada y vaya a pegarse con él, siendo detenida Shapash, la diosa del sol. Las dos tienen una discusión en la que se decide la razón por la que Yam es un capullo es porque no se ha casado (eh… no). El caso es que el texto habla de que el resto de dioses no se lleva demasiado bien con Yam y el hecho de que le hayan construido un palacio no le sienta bien a la gente. El trata de calmar los ánimos, y protege a Yam, pero le dice, con sus dos cojones y un palito, que va a tener que quitarle a Hadad su trono.

Figura ugarita de Ba'al en el Louvre
La cosa va creciendo, con Kothar-wa-Kasis amenazando a Yam, y Yam exigiéndole a El que haga que Ba’al se rinda, y Ba’al pillándose un señor rebote y teniendo que ser agarrado por Anat y Athtar antes de que mate al mensajero. Por supuesto, se inicia una guerra, y durante esta, Kothar-wa-Kasis le da a Hadad dos porras con poder divino (¿por qué acabo de tener un flashback de la peli de 300? *escalofrío*), y fostian a Yam. Ba’al dispersa a Yam de acuerdo con lo que le pide Athtar, y esta dice que él debe ser el rey.

La siguiente parte habla de cómo Ba’al no tiene palacio, así que Anat se va a montarle un pollo a El, pero este pasa de hacerla caso. Deciden que la mejor forma de conseguir que El acepte construir el dichoso palacio es ir a pedirle ayuda a Athirat, madre de todos los dioses. Para ello, le preparan un montón de regalos y, aunque la diosa madre les mira con recelo cuando llega, temiendo que vayan a matar a su gente, el recelo desaparece cuando ve que vienen como gente civilizada y le traen cosas. Tras darles de comer, acepta ir a convencer a El. Este acepta a regañadientes, y Ba’al se va a conseguir materiales para que Kothar-wa-Kasis le haga un palacio. Al principio le pide que lo haga sin ventanas, porque teme que sus hijas huyan (ugh) o que Yam vuelva e intente colarse en su casa a pegarle. Pero luego se va de conquista por el mundo, ve que es poderoso, y entonces decide no solo hacerle ventanas a su palacio a base de tirarle rayos, sino que además decide invitar a Mot, el dios de los muertos, a un banquete.

¿Creéis que Mot agradece la invitación? Pues no, porque dice que él come carne humana, y que qué es eso de darle pan y comida de persona normal. Ba’al está acojonado, así que envía un mensajero para decirle que será su eterno esclavo, cosa que a Mot le mola. Decide entonces hacerle un banquete con carne de cordero y vaca, porque oye, a lo mejor cuela. Mot entonces se va a buscar a Ba’al, supongo que porque se ha vuelto a sentir insultado por la elección de comida. Sapash (supuestamente, el texto no dice su nombre realmente) le recomienda a Ba’al que se busque un substituto, que se lo de a Mot, y luego que se esconda. Así que esto hace Ba’al, y todo el mundo se piensa que ha muerto. El se rasga las vestiduras, Anat se rasga las vestiduras, esta última se va a enterrar el cuerpo (falso) de Ba’al, y le dice a Athirat que estará contenta, dado que ella y los suyos estaban a favor de Mot. El le pregunta a Athirat a quién pueden poner en lugar de Ba’al, y ella dice que Athtar. Athtar se sienta en el trono de Ba’al, pero como no es lo bastante alta, El decide que no es lo bastante fuerte.

Mientras esto ocurre, Anat va a buscar al espíritu de Ba’al al reino de los muertos, pero Mot aparece y la dice que no va a servir de nada, porque se lo ha comido. Y Anat, que no es una doncella delicada precisamente, le fostia, lo quema, lo mata, lo corta en cachitos y se los da de comer a los pájaros. Una vez muerto Mot, Ba’al reaparece vivito y coleando, y sorprendentemente todo el mundo se alegra de ello. Pero a los siete años Mot reaparece, y ambos se lían a hoxtias, pero ninguno gana realmente. Aparece entonces Sapash, diciéndole a Mot que lo deje, que El ahora está del lado de Ba’al y que lo lleva crudo. Mot se da cuenta de que Sapash tiene razón y acepta que Ba’al sea rey.

Pero Hadad/Ba’al no desapareció con la caída de Ugarit. Sabemos por la Biblia que los arameos le seguían por el nombre de Hadad, y los filisteos por el nombre de Ba’al. También tenemos el resumen de los textos de Sanjuniatón, un escritor fenicio, que ha llegado a nosotros gracias a Filón de Biblos. En estos textos, Hadad es llamado Adodos o Demarûs, y es el hijo del Cielo y de una concubina, solo que esta es entregada a Dagon (hombre, mira tú…) cuando estaba embarazada. Al parecer esto era para reconciliar los distintos orígenes de este dios en sus distintas versiones. El Cielo se enfrenta a Pontus (el mar), y se alía con Hadad, pero este pierde la batalla. Desgraciadamente, no queda rastro de cómo acaba esta historia.

Una de las cosas que me llama la atención de este dios de las tormentas en particular es que no tiene un enfrentamiento con una serpiente monstruosa, algo que suele ser habitual entre las distintas fes euroasiáticas. Tal vez esto refleje un poco su origen como un dios menor frente a dioses principales como Thor, Zeus o Set.

Pero bueno, volviendo a lo que nos ocupa, he dicho que este es un dios que ha sido demonizado, ¿verdad? Aunque seguramente a estas alturas de la feria tendréis una sospecha al ver el título de Ba’al aplicado a su nombre, ¿verdad? Hadad/Ba’al es tanto para los judios como para los cristianos un dios falso, un ídolo. Se piensa que el toro de oro que los israelitas construyen en Éxodo es una estatua a Hadad, ya que estos animales eran sagrados para él. A parte de eso, tenemos distintos relatos y menciones sobre ambos nombres, y la que nos importa en concreto es una: Ba’al Zebûb.

¿Veis ya por dónde estoy yendo?

Este nombre, Ba’al Zebûb, aparece en 2 Reyes como una divinidad adorada por los filisteos, y cuyo nombre se traduce literalmente como “señor de las moscas”. Los estudiosos consideran varias opciones para este nombre. Una de ellas es que se tratara de un aspecto de Ba’al como dios que protege de las moscas (hay un episodio similar en los textos ugaritas) de similar manera al Zeus Apomyios de los griegos. Otra es que se tratara de una especie de insulto de los israelitas hacia sus enemigos, y que el nombre fuera en realidad Ba’al Zebûl, “señor de la morada celestial”, lo cual también pegaría bastante. Yo apostaría porque se trataba de la segunda opción, teniendo en cuenta que la siguiente mención que encontramos es la fórmula evolucionada Beelzebul, que encontramos en Marcos 3, cuando Jesús es acusado de usar su poder para expulsar a los demonios de la gente. En este caso concreto es de señalar que ya se habla de él como “príncipe de los demonios”. En qué punto Ba’al Zebûl pasó de ser un falso dios a un demonio no está muy claro, pero debe venir de antiguo, porque esta referencia a que es príncipe de los demonios ya aparece en el Testamento de Salomón, un texto apócrifo para tanto judíos como cristianos, y que se piensa que fue escrito durante distintas épocas, con algunos de los textos existiendo desde el siglo I a.C.

¿Y cómo es que a pesar de que en la Biblia el nombre acaba en “l”, conocemos a Hadad como el demonio Beelzebub, señor de las moscas? Pues porque los textos rabínicos usan Ba’al Zebûb de forma bastante consistente. Durante los comienzos del cristianismo, los cristianos usaban muchas de las costumbres judías, y probablemente también tuvieran acceso a textos rabínicos. Luego, simplemente tiraron de tradición, y más tarde llegaron los estudiosos religiosos medievales con sus jerarquías demoníacas y… bueno, el resto es historia. Supongo.

Así que chicos, cada vez que habláis de Beelzebub, recordad que estáis insultando constantemente a un dios de las tormentas que acabó reducido, al parecer, a un montón de estiércol por parte de los judíos.

Aquí lo dejo de momento. Recordad dejar un comentario más abajo, especialmente si tenéis interés en que hable de algo en particular (referido a mitología, literatura y esas cosas, si pedís cosas de política probablemente os muerda). Volveré el mes que viene con… lo que sea que tenga preparado (*mira con absoluto pavor el monstruo que tiene a medio escribir sobre los relatos artúricos en el Mabinogion*)

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