Aquí me tenéis con vosotros una vez más con otro de mis
artículos de destripe de fiestas y días “clave”. Y, como podéis imaginaros por
la fecha y el título, hoy voy a proceder a abrir en canal esa maravillosa
fiesta del “amor” y comprar chorradas a la pareja de cada cual que es San
Valentín.
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Claro que para algunos de nosotros, esto es más apropiado... |
Empecemos por una pregunta básica: ¿quién demonios era ese
San Valentín al que le han largado lo de ser el patrón de los enamorados? La
versión popular dice que fue un sacerdote romano que se dedicaba a casar a la
gente. Pero, ¿cuánto hay de cierto en todo esto?
La primera mención a un santo con este nombre aparece en el
496 DC, cuando el papa Gelasio I reconoce la santidad de un individuo de nombre
Valentinus, que murió martirizado un 14 de Febrero en la Vía Flavinia, al norte
de Roma. De este santo, el papa en cuestión diría que era uno de esos santos
“cuyos nombres son apropiadamente reverenciados por los hombres, pero cuyos
actos solo conoce Dios”. Esto viene a señalar que, más allá del hecho de haber
muerto a manos de una panda de bestias, no se sabía absolutamente nada de él.
Debería señalar que, aunque venerado entre los católicos,
los ortodoxos y los anglicanos, en la Iglesia Católica retiró a San Valentín
del calendario de veneración litúrgica universal allá por el año 1969, aunque
es reconocido como santo de veneración local en la forma del mártir Valentinus
que murió en la Vía Flavinia.
Pero sigamos con nuestro tema. En tratados sobre mártires
posteriores a esta primera mención, aparecen hasta un total de tres hombres que
responden al nombre de Valentinus asociados a la susodicha fecha del 14 de
febrero. Al parecer, el nombre era popular en aquella fecha. De estos tres, uno
es un mártir que murió junto con otros compañeros en la provincia romana de
África, y la mayoría de los expertos os dirá que no tiene nada que ver con el
asunto que nos atañe. Los otros dos, sin embargo, son dos mártires que fueron
asesinados y posteriormente enterrados en la Vía Flavinia. De los dos, uno de
ellos fue el obispo de la diócesis de Terni, en Italia, que fue encarcelado y
torturado en Roma mientras estaba de viaje.
Las historias sobre las hazañas de San Valentín no empiezan
a aparecer hasta 1493, en la Crónica Nuremberg. Esta primera historia relata
que fue encarcelado por casar a parejas cristianas y ayudar a aquellos
cristianos que estaban siendo perseguidos por el emperador Claudio II. Al
parecer, al casar a las parejas evitaba que los hombres fueran reclutados como
soldados, lo que supongo que a un emperador metido en el cenagal que eran los
últimos siglos del Imperio Romano de Occidente no le debía molar en absoluto.
Hay más historias, que aparecerían más tarde, como la de que una vez fue
capturado y el juez que le interrogaba le puso delante a su hija adoptiva ciega
diciendo que le dejaría marchar si la curaba, cosa que el santo obviamente
hizo. Estas dos temáticas en concreto se repetirían a menudo, aunque con
variantes, en los distintos libros en los que se mencionara su historia.
Así que podemos decir que San Valentín en realidad es en
realidad una enorme y gigantesca bola de cuentos unidos a un grano de verdad.
Pero, ¿cómo es que se relacionó a este hombre con el “amor”? Y disculpadme las
comillas, pero hasta yo tengo un límite para el azúcar, y lo prefiero en mi
café, gracias.
La causa está en un inglés de nombre Geoffrey Chaucer, que
tal vez os suene. ¿Habéis oído hablar de los “Cuentos de Canterbury”? ¿Sí?
Vale, pues este tipo es el autor. Sin embargo, el libro que debería
interesarnos es el “Parlamento de las Aves”, porque es en este tomo en el que
encontramos las raíces de lo que acabaría convirtiéndose en costumbre hasta día
de hoy.
Este es el culpable del desaguisado |
Vamos a poner un poco de ambientación: hasta el momento, el
día de San Valentín era observado como un llamamiento al sacrificio personal,
por así decirlo, a hacer lo correcto sin temer las represalias. Pero el señor
Chaucer, en el susodicho libro, incluye una pequeña rima que, traducida al
español, vendría a ser algo así como “Pues esto fue en el día de San Valentín /
cuando los pájaros vienen a escoger a su pareja”. Este poema estaba dedicado al
primer aniversario del compromiso entre Ricardo II y Ana Bolena, y hablaba de
una tradición, la de celebrar el amor, que hasta aquel entonces jamás había
existido. El problema que viene es que alguien se confundió de fecha, y escogió
San Valentín, que era el 14 de febrero, cuando el compromiso fue… en mayo. Que
es una época mucho más lógica para que las aves busquen pareja, sinceramente.
Algunos dicen que este cálculo se debe a nuestro amigo el calendario juliano y
sus errores, y otros a que en realidad
se refería a otro San Valentín (de Génova, obispo de la susodicha ciudad).
Fuera como fuese, el error pervivió, y a partir de ese momento, se consideró
que el 14 de Febrero era el día del amor, y el bueno de Valentinus acabó siendo
el santo patrón de los enamorados.
Antes de continuar con el destripe, señalar que no existe,
en contra de lo que algunos piensan, relación entre el día de San Valentín con
las fiestas de Lupercalia o con las festividades griegas que celebraban el
matrimonio entre Zeus y Hera. De hecho, la acusación de ser un sustituto de
Lupercalia corre de cargo de la festividad de la Purificación de la Virgen. Otra
coincidencia, porque dicha festividad se calcula con respecto a la Navidad,
como creo que ya mencioné en el artículo de Imbolc con respecto a la
Presentación de Jesús en el Templo. El Levítico tiene esas cosas.
Lo que sí podemos decir es que la tradición se inició allá
por el siglo XV, que es mucha más solera que algunas otras costumbres.
Volviendo a la fiesta en sí, aunque existen poemas relacionados
con San Valentín desde el siglo XV, el resto de maravillosa parafernalia es
bastante más moderna, como cabría esperarse. Las primeras tarjetitas con poemas
estúpidos, por ejemplo, aparecieron en el 1797, y tuvieron un éxito
insospechado al abaratarse los costes de envío de cartas. Tan populares se
volvieron que en el siglo XIX comenzaron a aparecer fábricas de “tarjetas de
San Valentín”. En cuanto a dar otra cosa además de las tarjetitas, nos tenemos
que ir ya a la segunda mitad del siglo XX, donde como os podéis imaginar los
tenderos no estaban dispuestos a pasar la oportunidad de colarnos alguna cosa. Especial
mención debería hacerse de la industria del diamante, para intentar convencer a
los clientes de que era buena idea regalar joyería (porque total, el mejor
amigo de una mujer es siempre un diamante, o eso dice la canción XD)
Por cierto, antes de marcharme a la cama, que ya es hora, me
gustaría comentaros de que, además de patrón de los enamorados, el bueno de San
Valentín es también patrón de los epilépticos. Pensad en ello cuando vayáis a
comprarle la tarjetita a vuestra querida pareja (*huye mientras se ríe
malignamente*)
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