domingo, 19 de julio de 2020

52 Retos de Escritura (XXIX): Fantasías

Reto #29: Haz una historia sobre una llamada que sale muy mal.


FANTASÍAS


Una música alegre salió de su bolsillo. Alex cogió el móvil y le lanzó una mirada para comprobar quién llamaba. La pantalla le mostró un nombre, “César”, y fue suficiente como para hacer que contestara a la llamada.

—Dime.

Sin embargo, la voz que contestó no era la que esperaba.

—Tú eres Alejandra, ¿verdad?

La persona al otro lado del móvil era una mujer. Eso en principio no debería ser una sorpresa, porque no era la primera vez que Eli le cogía el teléfono a su novio para hacer una llamada, pero en este caso la voz le era desconocida, por no hablar de que Eloisa no tenía que preguntarle quién era, ni tampoco usaba su nombre completo para ese tipo de cosas. Eso hizo que saltaran varias de las alarmas en su cabeza. César no era tan descuidado como para ir dejando su móvil por ahí.

—¿Quién eres?— preguntó.

—Tú eres la chica que está siempre al lado de César, ¿verdad?

—Creo que te has equivocado de persona— procuró que su voz sonara todo lo tranquila posible, mientras apresuraba el paso—. De todas formas, ¿qué haces con su móvil?

—Me lo ha dejado.

“Mentira,” pensó Alex. Ni de coña César le daría a nadie que no conociera un móvil con los datos de la gente de la Corte Blanca. Tenía que localizar a esa tipa, y tenía que hacerlo ya. ¿Pero cómo? ¡Ah, Orsino! Estaba casi al lado de su casa porque había ido a verlo, y si creía lo que le habían dicho, tenía capacidades para encontrar a la gente. Orsino, entonces. Además, era el primer interesado en que no le pasara nada ni a César ni a Eli.

—Mira, no tengo ni idea de qué es lo que piensas que está pasando…

—Siempre estás al lado de él. ¿No te da vergüenza? Él es mi novio, no tienes derecho a estar a su lado— la otra mujer la interrumpió—. Es mío, ¿me escuchas? Mío y de nadie más.

Oh, mierda. ¿De qué demonios estaba hablando la tipa esa? ¿Cómo que César era su novio? A Alex ni siquiera se le pasó por la mente que aquello fuera verdad. Después de todos aquellos años, si algo sabía de César es que era leal hasta la médula, y que mataría gatitos por Eli si ella se lo pidiera. Ni de broma era alguien que pudiera ponerle los cuernos a su pareja. Así que la única opción que le quedaba es que aquella tipa estaba mal de la cabeza. De todas formas, ¿de qué conocía a César? Una parte de ella tuvo el instinto de volver a negar que ella era la “querida”, pero entonces se dio cuenta de que aquella tipa seguiría buscando víctimas en la lista de contactos del móvil, lo que la llevaría irremediablemente a encontrar a Eli, y lo último que necesitaba su amiga era a una loca diciéndole que no tenía que estar con su caballero de brillante armadura.

Pero sobre todo le preocupaba la situación de César, y cómo era que una persona extraña había conseguido coger su móvil. Si llamaba a alguno de esos números…

—Para empezar, no tengo ni idea de quién eres. Creo que si César fuera tu novio, nos habría presentado.

—¿Por qué me iba a presentar a alguien que se pega a él como una lapa?

—Porque César me presentaría a cualquiera de sus amistades.

—¿Qué es lo que estás implicando?— chilló más que preguntó la otra mujer.

Alex tuvo que contener las ganas de responderle que estaba implicando que ella era una completa desconocida que le había robado el móvil a su amigo, y que ahora estaba montándole un pollo porque se creía que ella era la novia de César, cosa que ninguna de ellas era.

—No estoy implicando nada. De todas maneras, ¿está César ahí? Me gustaría tener unas cuantas palabras con él. ¿Puedes poner el manos libres?

—¿Y por qué iba a hacerlo?

—Bueno, ¿no te interesa escuchar las explicaciones de ese novio tuyo?

—¡No necesito explicaciones, necesito que te quites de en medio!

—¿Y por qué tendría que hacerlo?

—¡Porque César es mío!

No podía siquiera empezar a contar todas las cosas que estaban mal en esa afirmación. No era solo ya que estuviera celosa hasta extremos innecesarios, o que le hubiera quitado el móvil a otra persona, sino que estaba tan grillada que de verdad se creía que tenía derecho de propiedad sobre un hombre que probablemente ni siquiera sabía que existía.

—¿Está ahí para escucharte decir eso?— preguntó con un tono que denotaba lo poco que la creía—. ¿O simplemente te has llevado el móvil sin su permiso?

Hubo una pausa larga, durante la cual alcanzó el portal y llamó al telefonillo de la casa.

—¡Por supuesto que tengo permiso para usar su móvil!— respondió al fin la chica.

—¿Quién es?— preguntó casi al mismo tiempo la voz de Orsino.

—Soy yo— replicó ella, a sabiendas de que Orsino se figuraría de quién se trataba, antes de seguir con la conversación por móvil—. ¿Quiere eso decir que no está ahí para escucharte?

—Grrrr… ¡¿Y a ti qué te importa?!

Vale, se dijo mientras subía por las escaleras hasta la tercera planta, eso quería decir que César no estaba allí, y que aquella tipa, fuera quien fuese, había robado lo que no debía. Orsino la estaba esperando en la puerta, y la miró extrañado mientras seguía aquella conversación absurda, que en aquel momento consistía en un montón de insultos arrojados contra su persona. El italiano la miró con una ceja arqueada.

—¿Puedes llamar a Eli para ver si está con César?— le preguntó al hombre en voz baja—. Una loca le ha robado el móvil, y no sé si está en problemas o no.

—Entendido— replicó el italiano, dejándola pasar antes de ir a por su teléfono.

—¡¿Me oyes, maldita furcia?!— gritó de pronto la tipa al otro lado de la línea—. ¡Que te alejes de mi César!

—¿No te han dicho nunca que las personas no pertenecen a nadie? Es decisión de él con quién quiere estar. Si acaso, ¿no es a él a quien se lo tienes que echar en cara?

—¡¿Cómo dices?!

—Es muy simple. Si César quiere quedar con dos chicas, es su problema, no el de las chicas. Siempre y cuando seas de verdad su novia, cosa que dudo mucho.

Una nueva y larga pausa. La única razón por la que Alex sabía que la otra persona no había abandonado la llamada era porque podía escucharla jadeando. Probablemente estaba hiperventilando. Se preocupó un tanto; aunque fuera una loca que le había robado el móvil a su amigo, no le deseaba nada malo. Sólo que se diera cuenta de que lo que estaba haciendo estaba mal. Tras ella, Orsino estaba hablando con Eli, se giró hacia ella para informarla en un tono de voz quedo que estaba junto a César y que estaban buscando el móvil, que les acababa de avisar que alguien se lo había robado. Al parecer, César tenía una idea de quién había podido ser…

Y en ese momento, escuchó la voz de la mujer al otro lado de la línea, jadeante y completamente ida.

—Te veo. Te voy a matar.

¿La veía? Durante un segundo se quedó mirando el móvil, sin entender muy bien lo que le decía, hasta que todos sus instintos se dispararon y comprendió el problema.

—¡¡Eli!!— chilló, esperando que su voz pudiera escucharse a través del móvil de Orsino—. ¡¡Detrás tuya!!

Lo que siguió a aquello fue el sonido de una pelea en toda regla. Al cabo de un rato solo reinó el silencio y, de pronto, la línea se cortó. Alex se volvió hacia Orsino, que llamaba de forma repetida a la persona al otro lado de la línea. Ella se acercó, y le dio tiempo a escuchar la voz que surgía del altavoz. Era César.

—¿Podéis venir? Creo que tengo un problema…

Los dos se miraron.

—Sois peores que la mafia— soltó Orsino.

Alejandra no se atrevió a decir nada.



El resultado, sabría Alex después, no había sido agradable.

Eli estaba viva, y estaba bien, si se consideraba “bien” un corte que iba a necesitar unos cuantos puntos de sutura. Estaba más sorprendida que enfadada, y desde luego menos asustada de lo que había pensado que estaría, pero suponía que una tipa que se enfrentaba a vampiros, magos pirados y elfos idos de pinza a uno por semana estaría acostumbrada a este tipo de cosas. Desde luego, no estaba contenta de que lo que le hubiera herido fuera algo “mundano”, pero había cosas que no se podían evitar. Esta era, al parecer, una de ellas.

Si acaso, César era el más afectado de los dos. Y no sólo por, según él, haberle fallado a Eli.

—No entiendo por qué haría algo así.

La historia oficial es que, cuando la loca vio que César se había interpuesto para defender a su novia, se le cruzaron aún más los cables y se intentó suicidar, clavándose el cuchillo que llevaba en el estómago. La realidad era que César había usado su espada para proteger a Eli. La espada se suponía que no cortaba a los seres humanos, solo la maldad en su interior. Lo que había cortado era algo tan horrible que ni siquiera aquella mujer había podido soportarlo. Convencerle de que aquello no era culpa suya, y que había sido en defensa propia, no estaba siendo sencillo. A veces Alex se preguntaba si la siguiente adquisición para la Corte Blanca no debería ser un psicólogo.

—Estaba mal de la cabeza. Estaba teniendo una fantasía de que eras su novio, y estaba dispuesta a matar por ello— contestó Alex—. Podemos darnos con un canto en los dientes de que haya acabado así.

—Aún así…

Alex suspiró.

—¿Hubieras preferido que Eli acabara en el hospital? ¿O muerta?

—¡No!

—Entonces piensa que lo que hiciste era tu deber. Poco importa si el que está frente a ti es un ser mítico o un ser humano, tu deber es proteger a Eli.

—Eso no quiere decir que tenga que gustarme el resultado.

—No. A nadie le gusta este tipo de resultados.

Se mantuvieron en silencio un rato.

—¿Sabes qué? Voy a buscar alguien que le eche un hechizo a tu móvil para que si alguien que no seas tú lo toque, le de un calambrazo que lo deje seco en el sitio. No pienso volver a pasar por esta mierda.

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