jueves, 15 de mayo de 2014

Érase una vez... (I)

Disclaimer: Este relato es la forma novelada de una partida del juego de cartas "Érase una vez...", que decido subir aquí para recordatorio de lo peligrosos que podemos ser los frikis cuando estamos al mando del barco. Cualquier similitud con la realidad es porque la realidad está más loca que nosotros.



Érase una vez una vez una princesa, tan hermosa y radiante que los pretendientes se agolpaban para conseguir su mano. La princesa decidió que se casaría con aquel valiente caballero que matara a un dragón. La noticia se extendió por todo el reino, y muchos se lanzaron a la caza de una de estas temibles bestias.

Entre los que escucharon la proclama se encontraba un simple campesino. El campesino, que era un hombre inusitadamente fuerte, decidió probar fortuna y conseguir la mano de la princesa, así que se dirigió a las montañas que se alzaban en las fronteras del reino, donde estaba seguro que encontraría un dragón al que matar. Caminó y caminó y caminó, hasta que llegó a un alto paso en las montañas con un angosto sendero. Dándose cuenta entonces de que no tenía forma alguna realmente de matar a un dragón, se quedó esperando a que pasara algún caballero para hacerse con sus armas.

Al cabo de un rato, por el sendero pasó un caballero, enfundado en una magnífica armadura, reluciente y blanca, montado en su maravilloso corcel. El campesino, que había esperado una oportunidad como aquella, se abalanzó sobre el caballero. Ambos combatieron pero, aunque la fuerza del campesino era considerable, no llevaba armas ni estaba entrenado para el combate, mientras que el caballero sabía bien como usar su espada. En poco tiempo, el caballero había derrotado al campesino, pero detuvo su mano y, cuando el campesino le preguntó si le iba a matar, respondió:

-No, tengo planes para ti. Me ayudarás a matar al dragón.

El caballero le dijo que si le ayudaba a matar al dragón, él se casaría con la princesa mientras que el campesino podría quedarse con el tesoro del dragón. El campesino pensó en ello y decidió que era un buen trato, así que ambos caballero y campesino siguieron camino adelante hasta encontrarse con una torre. Era una torre en la que el dragón se encaramaba para vigilar, y en la que guardaba sus riquezas. El caballero entonces se dirigió al campesino para contarle su plan.

-Observa allí, en la lejanía. ¿Ves esa manada de lobos que se está comiendo a su presa? La piel está casi intacta. Póntela encima y cúbrete con la sangre para que atraigas al dragón.

-No, ni hablar- contestó el campesino, que no estaba muy contento con la idea de hacer de cebo, como resulta obvio-. El dragón me comerá.

Entonces el Caballero Cabrón© sacudió la cabeza y replicó:

-No te preocupes. Mira allí, en la lejanía. No, hacia donde los lobos no, al otro lado. ¿Ves esas grietas en la ladera de la montaña? Parecen pequeñas desde aquí, pero un hombre cabe por ellas. Si corres a esconderte en ellas, el dragón no podrá alcanzarte.

El campesino meditó estas palabras y, finalmente, aceptó. Se puso la piel, se embadurnó de sangre, y se plantó entre la torre y la ladera de la montaña, gritando y haciendo gestos extraños. El ruido acabó por despertar y atraer la atención del dragón, que observó al extraño animal durante unos instantes. No entendía muy bien qué pretendía aquella criatura, y la habría ignorado de no ser porque se encontraba hambriento. Así que el dragón se lanzó a por el campesino, que salió corriendo todo lo que pudo y se escabulló en el interior de una grieta en la ladera.

Mientras el dragón estaba entretenido con nuestro campesino, el Caballero Cabrón© aprovechó y pasó por detrás del mismo, y se introdujo en la torre donde el dragón guardaba su tesoro. Rápidamente, recogió todo el oro que pudo y lo metió en sacos que cargó en su caballo. Con esta enorme cantidad de riquezas, se apresuró a salir al galope, mientras el dragón usaba sus llamaradas para intentar guisar al campesino. Pero los dragones son ante todo avariciosos, y tienen un olfato muy fino, especialmente para los metales, así que cuando olió que alguien se escapaba con su tesoro, abandonó al campesino y se lanzó sobre el Caballero Cabrón©, intentando recuperar su oro.

Pero el campesino ignoraba todo esto, puesto que, para escapar del fuego del dragón, se había ido introduciendo más y más en la grieta, mientras esta se iba ensanchando más y más, hasta que alcanzó una cueva, dentro de la cual había unas ruinas. Apenas puso el pie en las mismas, un espectro se presentó ante él. Era de esperarse que el campesino, que era un tanto supersticioso, se asustara de semejante aparición, pero el espectro le tranquilizó.

-No temas, pues no sufrirás daño aquí. Te estaba esperando, pues eres la persona que cumplirá la profecía, y aunque no puedo decirte mucho de ella, es tu deber salvar a una princesa.

El espectro guió al campesino a través de las ruinas hasta un lugar secreto en el que se encontraban las cosas que necesitaría para cumplir su cometido: una armadura de caballero recamada en gemas, una espada de filo mágico que no se había oxidado con el paso de los años, un escudo tan fuerte como la armadura… y una piedra. El campesino vistió la armadura, sujetó la espada a su cintura, puso el escudo a su espalda, y tomó la piedra a insistencia del espectro. Luego, emprendió la marcha a la salida de la caverna, que le llevó de vuelta al camino.

Apenas salió de la cueva se encontró con dos personajes familiares. El dragón todavía continuaba al Caballero Cabrón©, que en algún momento de la persecución había perdido a su caballo. Su armadura ahora estaba ennegrecida y retorcida por el fuego de la criatura, pero aún se esforzaba por escapar llevando consigo uno de los sacos de oro. El campesino, viendo al dragón, se asustó y arrojó la piedra, que golpeó a la escamosa criatura. En ese momento, piedra y dragón brillaron con una fuerte luz y, de pronto, el dragón se convirtió en una hermosa, y confusa, princesa.

El Caballero Cabrón©, viéndose libre de la persecución del dragón, fue el primero en reaccionar, sujetando a la princesa de la cintura y echándosela a un hombro para intentar acto seguido escapar con el oro y con la doncella. Pero claro, con la armadura fundida, sin caballo y con el peso extra, era imposible que escapara del justamente enfurecido campesino, que le alcanzó en poco tiempo. Ambos volvieron a batallar, pero esta vez el campesino estaba protegido por la armadura y el escudo, llevaba una espada, y la princesa, que no estaba muy contenta de ser secuestrada, había comenzado a tirarle piedras al Caballero Cabrón© con una precisión aterradora. En breve, el Caballero Cabrón© había sido derrotado y atado cual morcilla.

La princesa explicó entonces al campesino, el Héroe Profetizado, que hacía bastantes años un malvado mago había llegado a su reino, asesinado a su familia y a ella la había convertido en dragón, lanzándola una maldición de avaricia por la cual cada cierto tiempo tenía que asaltar su reino arrebatándole sus riquezas. Con el tiempo, su reino se había empobrecido tanto que había tenido que asaltar a los países fronterizos para conseguir el oro que saciara su avaricia, extendiendo así la historia del dragón. Pero ahora que la princesa había recuperado su forma, debía volver a su reino para poner fin a los actos del Malvado Mago Malvado™.

Y así, la princesa y el Héroe Profetizado devolvieron el oro a la torre, y cerraron la puerta con llave para que las riquezas del reino estuvieran protegidas, y luego se dirigieron al reino de la princesa. Era este un reino desolado donde apenas quedaban habitantes, pero incluso así, apenas cruzaron la frontera se encontraron con una pastora. La pastora, sorprendida, les preguntó a donde iban, y el Héroe Profetizado, que andaba un pelín corto de luces, y sin sospechar nada en absoluto, respondió con toda sinceridad:

-Nos dirigimos al palacio para derrotar al Malvado Mago Malvado™, y así recuperar el reino de la princesa.

La pastora, horrorizada, les solicitó que no hicieran tal locura, pero el Héroe Profetizado insistió en que debían hacerlo. Comprendiendo que no podía convencerles de lo contrario, la pastora les aconsejó que no siguieran el camino principal.

-Si lo hacéis, el Malvado Mago Malvado™ sabrá que llegáis, pues puede ver a través de las aves carroñeras. Atravesad el bosque siguiendo los caminos serpenteantes y llegaréis a un golfo, que podréis cruzar con un barco para llegar a la capital. Es el trayecto más seguro.

La princesa, que recordaba la geografía de su reino, se dio cuenta de que lo que decía la pastora era cierto y convenció al Héroe Profetizado de que siguieran el sabio consejo. Así, los dos atravesaron el bosque enfrentándose a todo tipo de vicisitudes, y finalmente alcanzaron el golfo, donde consiguieron una barca de un pobre marinero a cambio de algunas de las gemas que lucía el Héroe en su armadura. La barca no tenía más que un par de remos para moverse, pero el Héroe Profetizado tenía, como ya se ha mencionado antes, una gran fuerza, y sin quitarse la armadura procedió a remar y remar, para alcanzar su destino. No descansó en ningún momento, ni siquiera cuando la princesa le decía que ella también podía remar, y siguió navegando.

Según se aproximaban a la capital, se dieron cuenta de que el agua estaba cada vez más negra, como si no hubiera vida alguna de ella. Pues el Malvado Mago Malvado™ era realmente malvado y no le importaba que las cosas murieran, y cuanto más se acercaban, más destrozado e inhabitable era el reino. Finalmente alcanzaron la capital, donde todos los edificios estaban derruidos y ennegrecidos, y solo se alzaba en lo alto la torre principal del castillo, donde el Malvado Mago Malvado™ residía.

Para evitar que el Malvado Mago Malvado™ les viera, el Héroe Profetizado y la princesa se colaron por una entrada secreta a través de los calabozos. Subieron y subieron, y en los calabozos encontraron unos esqueletos que lucían joyas que la princesa reconocía, porque eran las joyas reales y aquellos eran los esqueletos de la familia real. La princesa lloró por la suerte de sus familiares, pues aunque sabía ya que habían sido asesinados, verlos en ese estado la apesadumbró. Con la resolución de acabar con su enemigo, los dos siguieron subiendo hasta alcanzar la habitación en lo más alto de la torre.

En lo alto de la torre les esperaba el Malvado Mago Malvado™, que les había visto llegar porque en aquel mar negro y muerto, las gemas que todavía quedaban en la armadura del Héroe Profetizado habían brillado al sol, lo cual era un tanto cantoso. El Héroe Profetizado, todo seguro de sí mismo, entró dentro de la habitación, seguro de que siendo el que debía cumplir la profecía no le pasaría nada malo. La princesa dudó, pues sospechaba de una trampa, pero comprendiendo que ya no era posible evitarla siguió al Héroe.

Entonces apareció el Malvado Mago Malvado™, con su Capa Malvada, su Túnica Malvada, su Sombrero Malvado, y su Bastón Malvado con cabeza de serpiente. El Malvado Mago Malvado™ se rió de ellos.

-¡Idiotas, habéis caído en mi trampa!- exclamó-. ¡Nunca podréis derrotarme, pues soy invencible!

El Héroe no se achantó, porque era el Héroe Profetizado y triunfaría. Pero entonces el Malvado Mago Malvado™ alzó su Bastón Malvado y lanzó un rayo a los pies del Héroe, como advertencia. El Héroe comenzó a tener serias dudas y se quedó en el sitio, pero la princesa se adelantó y dijo.

-¡Puede que seas invencible, pero conozco tu punto débil!

Y saltó hacia delante, esquivando un rayo que le había lanzado el Malvado Mago Malvado™, y llegando a él agarró el Bastón Malvado, al tiempo que le daba una patada en sus “joyas reales”. Ante semejante dolor, el Malvado Mago Malvado™ soltó el bastón, y la princesa se apartó llevándoselo.

-¡Sin tu bastón no eres nada!- exclamó ella, antes de coger el Bastón Malvado con las dos manos y quebrándolo contra su rodilla, partiéndolo en dos trozos.

De esa manera, el Malvado Mago Malvado™ quedó sin poder, pues este provenía de su Bastón Malvado. El Héroe Profetizado, pensando que debía acabar con la vida de su enemigo, se adelantó espada en mano, pero la princesa le detuvo.

-No, no debes matarle, pues la profecía dice que si el Malvado Mago Malvado™ muere, la oscuridad de su corazón escapará y lo cubrirá todo, y será peor que lo que ya le ha hecho a mi reino. Pero no debes preocuparte, porque tengo la solución.

Y así, le pusieron unos grilletes al Malvado Mago Malvado™ y lo cargaron de cadenas, y embarcaron en la pequeña barca y viajaron hasta una isla en la que los padres de la princesa habían construido una prisión. Y allí encerraron al Malvado Mago Malvado™, todavía con los grilletes, pues no podría quitárselos mientras ella viviera. 

Notas: Las referencias al Malvado Mago Malvado™ están ahí porque realmente fueron constantes. No preguntéis por la piedra. Si alguien decide un buen título para este... "cuento", estaré encantada de añadirlo al post XD

No hay comentarios:

Publicar un comentario