lunes, 10 de enero de 2022

Final Fantasy vs. la mitología, ronda 1: Ifrit.

Como sigo estando retrasada con mis lecturas artúricas, teniendo en cuenta que tengo estudios que atender y poco tiempo para relajarme, he decidido que iba a abrir una cosa que no requiriera de mí más que un mínimo de documentación. Así que abro una nueva serie sobre las criaturas mitológicas que Square Enix ha cogido y… transformado, para su saga Final Fantasy. Y para empezar, cogeremos uno de los bichos favoritos de esta gente: Ifrit.

Ifrit en el Final Fantasy XIV


Ifrit apareció por primera vez en el Final Fantasy III y desde entonces ha sido una de las invocaciones más recurrentes. Su aspecto suele ser el de un hombre con cuernos, generalmente de color rojo, y tiene siempre asociado el elemento fuego. Su aspecto a veces varía de esto, como en el caso del Final Fantasy XIV, donde parece más un lagartijo bípedo con cuernos. A pesar de ello, esta es probablemente una de las invocaciones de los Final Fantasy que menos le dan de patadas en la boca a la mitología.

Porque veréis, para hablar de los ifrit (sí, en plural, no hay sólo uno), tenemos entonces que hablar de los jinn, los hijos del fuego de la mitología árabe. Y digo “árabe” porque los jinn depredan al Islam. No se sabe exactamente cuál es su origen, ya que la zona en la que surgen, Arabia, era un pupurrí de religiones y creencias antes de la aparición de Mahoma. Teníais religiones politeístas semíticas, a los judios, a los cristianos, el Zoroastrismo, el Maniqueismo… Se piensa que en origen se trataban de espíritus malignos pertenecientes al desierto, capaces de convertirse en animales, o incluso espíritus de la naturaleza. Se sabe que, en la época antes del Islam, los jinn eran venerados de manera similar a dioses, aunque técnicamente no lo eran, ya que no eran inmortales.

Y entonces llegó Mahoma, e hizo el batiburrillo del siglo.

La cuestión aquí es divertida: hay cientos de discusiones sobre si fue cosa de Mahoma, o de los propios árabes, o de cien mil cosas más, pero la cuestión es que, cuando surgió el islam, los ángeles y demonios salidos del judaismo, el cristianismo y el zoroastrismo se vieron de repente mezclados con los jinn. Básicamente, la palabra jinn pasó a denotar a todas aquellas criaturas que no eran visibles para el ojo humano, cualquier ente espiritual que tuvieran a bien definir. Y aquí la cosa se volvió caótica porque, aunque todos estaban de acuerdo en que los ángeles y los demonios eran jinn, no todos los jinn podían clasificarse en una de estas dos categorías. En todo ese término medio de jinn que no son ni ángeles ni demonios, encontramos a los ifrit y a los marid.

En realidad, ambos nombres, ifrit y marid, hacen referencia al mismo tipo de criatura, aunque hay algunos escritores que marcan diferencias entre ambos. La palabra marid viene a significar “rebelde”, mientras que se piensa que ifrit proviene de la palabra afara, que podría traducirse como “que se revuelca en el polvo”, y que viene a ser una especie de eufemismo de una persona taimada o malévola. Lo cual os viene a decir que la idea era que se trataban de entidades que no eran precisamente benignas. Los ifrit eran considerados jinn especialmente poderosos, y que tendían hacia la maldad, aunque no tenían por qué ser malvados siempre. Esto es porque los jinn poseían una característica llamada fitra, esto es, que al nacer no eran ni creyentes ni infieles, y que su actitud por tanto dependía de las enseñanzas sobre Alá que hubieran recibido.

Los jinn, y por tanto los ifrit, tenían una fuerte asociación con el fuego y el aire. De las tres formas que podían tomar, una era la de una tormenta o un vendaval. Tanto que las tormentas de arena se consideraba que eran causadas por los jinn. También podían tomar la forma de animales, con una especial conexión a las serpientes, aunque la variedad era amplia (gatos, perros, lechuzas, escorpiones…), y a veces podían tomar una forma antropomorfizada que se asemejaba a la de los seres humanos, pero que retenía características animales.

A diferencia de los jinn, los ifrit son una creencia exclusivamente islamista. La primera referencia que encontramos es en el Corán, en un “ifrit de los jinn” que le ofrece a Salomón llevarle el trono de la Reina de Saba. Antes de esto, existen palabras similares, como ifriya o ifr, pero siempre como epítetos, no como el nombre de una criatura.

Aunque inicialmente los ifrit eran considerados poco más que un epíteto referido a los jinn, con el tiempo acabaron adquiriendo características propias, y convirtiéndose en una especie de espíritus ctónicos (relacionados con el Inframundo) hechos de humo y fuego, una vez más con tendencia a ser malignos sin que la totalidad de ellos lo fueran. Podían encontrarse a algunos que estaban llevando a cabo mandatos de Alá, y también era posible que estuvieran atados a algún hechicero poderoso que los hubiera invocado.

A día de hoy, aunque se han hecho algunas interpretaciones sobre lo que podrían ser en realidad los jinn y los ifrit (algunas de ellas bastante rocambolescas, como que son virus o enfermedades), un porcentaje muy elevado de musulmanes creen en ellos tal y como están descritos en sus tradiciones. Ayuda mucho a esto el hecho de que exista de por sí un tribunal de la Sharia que ha condenado a alguien por mencionar que los jinn forman parte del Corán porque son criaturas que formaban parte de la cultura árabe, y no criaturas de verdad. Que vamos a ver, no soy yo quién para meterme con las creencias de los demás, pero que incluso si algo sale en el libro sagrado de tu religión, lo mejor es que te tomes lo que se diga con un granito de sal, no vaya a ser que te encuentres que el demonio mayor del reino fue creado porque alguien sacó dos versículos de contexto, los retorció, y convirtió una colleja a un futuro rey en supuestamente Angra Mainyu. Así que condenar a alguien por eso me parece como mínimo feo.


En general, podéis ver que la gente de Square no se ha desviado de la idea básica de la criatura a la que estaba tomando, aunque solo de una manera general. Al menos es de agradecer, teniendo en cuenta otras canalladas que han hecho. Como la que vendrá en el siguiente artículo, si el alma me da para escribirlo. Hasta entonces, ¡nos leemos!

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